La hora de la comida es un aspecto central de la vida familiar, que afecta a la salud y el bienestar de niños y adultos. Aunque los beneficios de las comidas saludables son evidentes, ayudar a todas las familias a obtener esos beneficios es bastante complicado, según muestra una nueva investigación de la Universidad de Illinois (Estados Unidos).
El estudio, publicado en la revista científica ‘Appetite’, pone de relieve que algunas soluciones, como centrarse exclusivamente en mejorar el acceso a los alimentos o en mejorar las habilidades de preparación y organización de las comidas, pueden ser menos eficaces si se hacen de forma aislada.
«La hora de la comida en familia es probablemente una de las tareas más fundamentales y frecuentes que realizan las familias. Si queremos mejorar la salud de los niños y las familias, habrá que prestar atención a los horarios de las comidas familiares. Pero al pensar en esta cuestión debemos evitar respuestas demasiado simplistas y considerar enfoques más holísticos para las soluciones», explica el autor principal de la investigación, Allen Barton.
Los estudios anteriores sobre el horario de las comidas en familia han tendido a centrarse en factores sociológicos (como el acceso a los alimentos de la comunidad y la seguridad alimentaria) o en factores psicológicos (como los comportamientos individuales en torno a las actividades de las comidas), pero el nuevo estudio muestra que ambas dimensiones están estrechamente relacionadas en las familias.
Estos científicos estudiaron a más de 500 familias con niños en edad escolar en todo el estado de Illinois. Los miembros de las familias respondieron a una serie de preguntas sobre seguridad alimentaria, planificación y preparación de alimentos y organización de las comidas. Los investigadores analizaron los datos en busca de patrones e identificaron tres grupos distintos, o perfiles familiares.
El primer perfil, que comprendía el 55 por ciento de la muestra, se caracterizaba por tener seguridad alimentaria y un alto nivel de organización del hogar. Las familias de este grupo presentaban los niveles más bajos de inseguridad alimentaria y caos doméstico de los tres perfiles, así como los niveles más altos de eficacia en la preparación de alimentos.
El segundo perfil se encontraba en el extremo opuesto del espectro e incluía al 27 por ciento de la muestra. «Este grupo no solo informa de que padece inseguridad alimentaria, sino que también señala los niveles más bajos de confianza en la preparación y planificación de las comidas y la mayor dificultad para la estructura y la rutina diaria en el hogar», señala Barton.
El tercer grupo de perfil, que comprendía el 18 por ciento de la muestra, tenía niveles de seguridad alimentaria que oscilaban entre los otros dos grupos, pero informaban de niveles de eficacia en la planificación de las comidas y de caos en el hogar similares a los de las familias del grupo con seguridad alimentaria.
El hecho de que la inseguridad alimentaria coincida con otros patrones de riesgo familiar significa que los esfuerzos para promover una alimentación familiar saludable deben abordar múltiples aspectos, dice Barton.
«Tenemos que garantizar que las familias tengan acceso a alimentos saludables. Pero también tenemos que asegurarnos de que los miembros de la familia se sientan competentes para preparar y planificar las comidas, y que la organización diaria en el hogar tenga cierta estabilidad y rutina», afirma el investigador.
Los investigadores también identificaron diferencias específicas entre los grupos en cuanto a estrategias de preparación de alimentos y comportamientos a la hora de comer. En particular, las familias del segundo perfil (las que tienen una seguridad alimentaria muy baja y más dificultades para organizar las tareas diarias) informaron de que hacían menos comidas semanales juntos, utilizaban más la tecnología durante las comidas y empleaban más estrategias de preparación de alimentos fuera de casa que las familias de los otros grupos. Todos estos comportamientos se correlacionan con un menor consumo de alimentos saludables y resultados, dice Barton.
Aunque el estudio encontró claras diferencias, también hubo algunas similitudes entre los tres grupos. Todas las familias tenían la misma probabilidad de comprar alimentos en una variedad de tiendas, incluyendo tiendas de comestibles, tiendas de descuento y grandes almacenes. Los investigadores también encontraron un acuerdo general en la mayoría de los desafíos comunes entre las familias con respecto a las comidas en el hogar, incluyendo cómo lidiar con los comedores quisquillosos y querer ideas de menú fáciles.
«Los hallazgos de este estudio son importantes para ayudarnos a desarrollar recursos prácticos que las familias puedan utilizar para abordar los retos a los que se enfrentan a la hora de proporcionar comidas saludables y comidas familiares regulares», señala otra de las autoras, Brenda Koester.