Lonely Planet – una de las editoras de guías de viaje más populares en nuestro país – acaba de hacer una macroencuesta entre sus más de 100.000 seguidores de Instagram para elegir la ciudad más bonita entre las 15 ciudades españolas reconocidas como Patrimonio de la Humanidad. Una pregunta complicada teniendo en cuenta el indiscutible valor y atractivo de las localidades que ostentan este reconocimiento: Alcalá de Henares, Ávila, Baeza, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Ibiza, Mérida, Salamanca, San Cristóbal de La Laguna, Santiago de Compostela, Segovia, Tarragona, Toledo y Úbeda
Tras una reñidísima votación en la que han participado más de 52.000 viajeros, la ciudad ganadora ha sido Córdoba, una ciudad que contará con su propia guía turística de la conocida editorial el próximo mes de marzo.
La comunidad de viajeros de Lonely Planet ha ido escogiendo entre estas 15 propuestas su ciudad preferida, en una activa competición a base de eliminaciones: octavos de final, cuartos de final, semifinales… hasta llegar a la gran final que se ha disputado entre Córdoba y Toledo. En tercera y cuarta posición, los viajeros escogieron Santiago y Ávila.
Córdoba es una de las ciudades más antiguas de Europa, y ya era una brillante metrópoli antes del año 1000, cuando el resto del mundo permanecía en la oscuridad cultural. Sus murallas, templos, casas señoriales, puentes y, sobre todo, su mezquita-catedral son méritos más que suficientes para ser Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde 1994.
Hoy en día, Córdoba es una ciudad increíble, de calles estrechas y patios encalados y floridos, que invita a un paseo en el tiempo. El viajero podrá disfrutar de un legado cultural inmenso, maravillarse ante la magnificencia de la Mezquita-Catedral, perderse en la fastuosa y misteriosa ciudad de Medina Azahara o deambular por los extensos jardines del monumental Alcázar de los Reyes Cristianos. Y mucho más por ver: puentes romanos y árabes, jardines relajantes, centenares de iglesias.
En Córdoba la poesía brota en cada esquina, en la estrechez de sus calles, en los pequeños patios engalanados de flores, en los rastros de un pasado repleto de historia. Pero la ciudad se saborea en múltiples dimensiones, entre el fluir de la historia y el bullicio de la vida, por eso también hay que perderse en el laberinto de sus blancas callejuelas, disfrutar de las animadas plazas, tomar un vino en una taberna y dejarse seducir por los estímulos esta milenaria ciudad que no dejará a nadie indiferente y que ahora, la editorial de guías de viaje, nos ha creado una necesidad indisimulada de conocer en cuanto las medidas restrictivas del Covid nos lo permitan.