El pasado miércoles Iñaki Urdangarín abandonaba para siempre la prisión de Brieva y comenzaba una nueva vida en la que, poco a poco, se encuentra más cerca de la libertad. Después de dos años y medio de condena en régimen de aislamiento, el marido de la Infanta Cristina ingresaba en el Centro de Inserción Social Melchor Rodríguez García, en Alcalá de Henares.
Lo ha hecho con una flexibilización de su pena que, sin alcanzar todavía el tercer grado, sí le permite disfrutar de una cierta semilibertad cuando está a punto de cumplir la mitad de los 5 años y 8 meses de cárcel a los que fue condenados por el caso Noos. Desde entonces, ha pasado una semana en la que al vitoriano le ha dado tiempo de hacer de todo.
Dos días después de llegar al CIS de Alcalá de Henares, Urdangarín disfrutaba de su primer fin de semana en libertad – dispondrá de uno al mes – celebrando su 53 cumpleaños con su mujer y sus cuatro hijos sin ser captados por los medios de comunicación. El pasado domingo, bien entrada la noche, el ex duque de Palma retornaba al que ya es su nuevo lugar de residencia y hoy, después de guardar la cuarentena obligatoria, ha retomado su labor en el Centro Don Orione.
Así, pasadas las 7.30 de la mañana, el marido de la Infanta Cristina abandonaba, por su propio pie y después de hacer unos trámites en la recepción, el Centro Melchor Rodríguez García para poner rumbo al primer día de su nueva vida, más cerca de la libertad. Cargado con dos bolsas y bastante abrigado, Urdangarín se dirigía a paso rápido al coche que le aguardaba para dirigirse a su puesto de trabajo.
40 minutos después, Urdangarín llegaba, serio y visiblemente nervioso, al Centro Don Orione, donde a partir de ahora realizará su labor – no se sabe si de modo voluntario o si comenzará a tener algún tipo de contraprestación económica – de lunes a viernes. Muy discreto, el marido de doña Cristina ha evitado pronunciarse sobre la información publicada por la revista Semana, que asegura que se ha sentido desprotegido por el Rey Juan Carlos y que se considera un cabeza de turco cuando el emérito ha tenido un comportamiento similar al suyo propio.