Hay que reconocer que los villancicos tienen su parte entrañable. Estas entrañables cancioncillas navideñas nos ponen nostálgicos, también un poco tiernos y hacen aflorar en nosotros eso que llaman “espíritu navideño”. Escuchar estas canciones nos remite sin remedio a recuerdos de la infancia, las cabalgatas de los Reyes Magos, los regalos, la familia, el hogar…Todo fantástico, muy bonito, con un árbol de Navidad precioso en el salón mientras está nevando en la calle. Todos los tópicos navideños de anuncio de Coca Cola, por decirlo de forma que se entienda.
Solo nos faltaba que nos tocase la lotería. Pero volvamos a los villancicos. Y es que, es necesario reconocerlo, llega un punto en el que empiezan a resultar fatigosos. Están bien los días previos a la Navidad, y en pequeñas dosis durante los días de las fiestas. Pero los empachos son malos, tanto de mazapanes y turrones como de villancicos. Cuando nos pasamos de mazapanes y turrones lo sufrimos en el estómago, pero las sobredosis de villancicos las notamos en nuestra salud mental y en nuestro estado de ánimo. Los médicos dicen que todo ha de tomarse con moderación, y habría que preguntarles en estas fechas: ¿los villancicos también?
2Villancicos en su justa medida
Los villancicos, en el fondo, no dejan de ser unas canciones orientadas a generar un determinado efecto psicológico. Buscan hacernos más optimistas, más generosos y familiares al menos durante unos días. Al fin y al cabo, de eso va el espíritu navideño: ser solidarios, dejar de lado los rencores y las rencillas, estar todos juntos…No obstante, y según alerta una investigación psicológica, un exceso de villancicos podrían tener el efecto contrario. Podrían llegar a afectar a nuestra salud mental y a nuestro estado de ánimo de forma negativa.
Y es que la incesante repetición de villancicos, el machaque día y noche, puede tener un impacto psicológico serio. Según los investigadores, el efecto que tienen los villancicos sobre nuestra salud mental sigue una curva en forma de U según la frecuencia con la que los escuchemos y cuántos nos gusten. “Al principio, estas canciones nos producen nostalgia y nos intriducen en el espíritu navideño”, escriben los investigadores. “Pero escuchar, por ejemplo Jingle Bells por centésima vez puede hacernos sentir agotados, aburridos e incluso generarnos estrés”.