Las impresoras 3D han sido uno de los hallazgos tecnológicos más apasionantes de los últimos años. Lo que promete, y de hecho consigue, esta técnica es prescindir de los procesos industriales que se suelen seguir para fabricar todo tipo de objetos. Es decir, que la generalización de su uso podría abaratar enormemente la producción de utensilios, agilizarla y hacerla más accesible a lugares donde antes no lo eran tanto. Sin embargo, como todo en esta vida, estas impresoras 3D también tienen una contrapartida que sería preciso valorar seriamente antes de ponerse a utilizarlas sin ton ni son.
Hace ya unos años desde que estas máquinas empezaron a popularizarse y a tener un precio asumible para el ciudadano de a pie. Lo que al principio eran unos aparatos mastodónticos que debían tenerse en una nave industrial, cada vez son más pequeños y asequibles. Uno puedo incluso tener una impresora 3D en su despacho o en el garage de su casa. Pero cuidado, porque unas investigaciones recientes alertan de que podrían tener un efecto tóxico sobre nuestra salud. Estos son los motivos.
5¿Regular las impresoras 3D?
Este nivel de medida de las nanopartículas de plásticos ha sido bautizado con el nombre de Matrix Release Factor. Se trata de una medida estándar para establecer la cantidad de nanopartículas de plástico liberadas por un producto o una máquina. La medida en cuestión se aplica en contextos muy diversos, y es la que ha sido utilizada para determinar los efectos sobre la salud de las impresoras 3D.
“Esta investigación podría sentar un precedente para empezar a legislar en este sentido. Podría establecer qué cantidad de nanomateriales pueden añadirse a un producto determinado, basándose siempre en el Matrix Release Factor”, dice la investigadora. Y añade: “Este dato puede ayudar a determinar cuánto plástico o productos nanos pueden causar serios daños tanto en el medio ambiente como en el cuerpo humano”.