Una sola proteína que parece necesaria para que el virus del COVID-19 se reproduzca y se propague a otras células es una debilidad potencial que podría ser objeto de futuras terapias, según un par de estudios de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos).
Se cree que la molécula, conocida como proteína transmembrana 41 B (TMEM41B), ayuda a dar forma a la membrana externa de grasa que protege el material genético del virus mientras se replica en el interior de una célula infectada y antes de que infecte a otra.
Publicados en la revista ‘Cell’, los estudios revelaron que el TMEM41B era esencial para que el SARS-CoV-2 se replicara. En una serie de experimentos, los investigadores compararon cómo el virus COVID-19 se reproduce en las células infectadas con los mismos procesos en dos docenas de flavivirus mortales, incluyendo los responsables de la fiebre amarilla, el Nilo Occidental y la enfermedad de Zika. También compararon cómo se reproduce en las células infectadas con otros tres coronavirus estacionales que se sabe que causan el resfriado común.
«Juntos, nuestros estudios representan la primera evidencia de la proteína transmembrana 41 B como factor crítico para la infección por flavivirus y, notablemente, para los coronavirus, como el SARS-CoV-2, también», explica el coinvestigador principal de los estudios, John T. Poirier.
«Aunque la proteína 41 B de la membrana inhibidora es actualmente uno de los principales contendientes para futuras terapias que detengan la infección por coronavirus, nuestros resultados identificaron más de un centenar de otras proteínas que también podrían ser investigadas como potenciales objetivos de medicamentos», añade el investigador.
Para los estudios, los investigadores utilizaron la herramienta de edición genética CRISPR para inactivar cada uno de los más de 19.000 genes de las células humanas infectadas con cada virus, incluyendo el SARS-CoV-2. Después, compararon los efectos moleculares de cada desactivación en la capacidad del virus para replicarse.
Además del TMEM41B, se encontró que otros 127 rasgos moleculares eran compartidos por el SARS-CoV-2 y otros coronavirus. Entre ellas figuraban las reacciones biológicas comunes, o vías, que intervienen en el crecimiento celular, la comunicación entre células y los medios por los que las células se unen a otras células. Sin embargo, los investigadores dicen que el TMEM41B era la única característica molecular que destacaba entre ambas familias de virus estudiadas.
Curiosamente, se sabe que las mutaciones o alteraciones del TMEM41B son comunes en uno de cada cinco asiáticos orientales, pero no en los europeos o africanos. Sin embargo, advierte de que es demasiado pronto para saber si esto explica la gravedad relativamente desproporcionada de la enfermedad COVID-19 en algunas poblaciones. Otro hallazgo del estudio fue que las células con estas mutaciones eran más del 50 por ciento menos susceptibles a la infección por flavivirus que aquellas sin mutación genética.
Poirier dice que se necesita más investigación para determinar si las mutaciones del TMEM41B confieren directamente protección contra la COVID-19 y si los asiáticos orientales con la mutación son menos vulnerables a la enfermedad.
El equipo de investigación planea a continuación trazar el papel preciso del TMEM41B en la replicación del SARS-CoV-2 para poder empezar a probar los candidatos a tratamiento que puedan bloquearlo. El equipo también tiene planes para estudiar las otras vías comunes para objetivos potenciales de medicamentos similares.