El cantante madrileño Pancho Varona, que estará este sábado en el Café Teatro Monkey Man de Guadalajara y que ha tenido la suerte de poder trabajar en nuevos formatos pese a la pandemia, ha lamentado que el sector de la cultura, que «se ha volcado» en los balcones durante el confinamiento, haya sido «el último mono» entre los damnificados.
En una entrevista a Europa Press apenas unas horas antes de ofrecer dos conciertos en pequeño formato en Guadalajara, ha lamentado que se haya dejado a los artistas «bastante atrás» en cuanto a las ayudas. «Es triste pero cuando hay necesidad, por lo último que se paga es por la cultura», se ha quejado.
«Queremos que se nos garantice el derecho al trabajo, no que nos den limosnas», ha subrayado tras ver un futuro muy incierto que necesitará del invento de «locuras» como las que él mismo junto a su mánager, Esther Segarra, han emprendido con éxito por ahora.
Así, aunque en el confinamiento no ha compuesto, no ha tenido tiempo para aburrirse ya que ha dado clases de guitarra por YouTube con «fortuna» porque han tenido «mucho éxito». También ha apostado ahora por formatos más pequeños o los conciertos privados en los domicilios que ha bautizado como ‘Pancho va’ y ha asegurado que se va de cada casa con nuevos amigos y gente muy contenta.
«En el confinamiento me han salido pocas canciones aunque sí ideas y sensaciones y unos cocidos muy ricos», ha dicho entre risas y con una visión del futuro que prefiere afrontar con optimismo y esperanza y que cuando concluya «este terremoto» de la COVID-19 pueda empezar a «escupir notas y acordes sin saber la razón», como asegura que ya le ha pasado ya en alguna ocasión, concretamente tras un viaje realizado junto al cantautor Joaquín Sabina.
En su caso ha salido más reforzado que otros artistas porque enseguida se inventó una vida nueva pero ha afirmado que el 95% de sus compañeros de profesión «lo están pasando fatal», mostrándoles su solidaridad porque «es un momento terrible para músicos, técnicos de sonido, de iluminación, conductores furgonetas, mánager y todos los colectivos asociados al mundo del espectáculo».
Tiene muy claro como artista que «la estabilidad no es buena aliada a la hora de componer» sino que «vienen más las musas cuando hay un disgusto», recordando precisamente el dicho de Sabina de que «la felicidad doméstica es una mierda para escribir canciones». «No hay nada como un buen desamor o desgracia para que te salga una buena letra», ha ironizado.
Aunque sabe que la pandemia «se ha cargado gran parte de la música en directo», espera que también esté sirviendo para «estrujar el cerebro y el corazón» de muchos artistas y que de aquí surjan «buenos discos y buenas canciones».
En cuanto a los nuevos programas musicales y la nueva música, el madrileño ha apuntado que, en muchos casos, la fama de estos nuevos músicos es «efímera y ficticia. Realmente tienes un minuto de gloria y al minuto siguiente vuelven al anonimato», con la excepción –dice– de algunos de los concursantes de la primera promoción de Operación Triunfo.
Músico, compositor, contador de historias, ha admitido también que ahora se hace una música que a él «no le interesa tanto» y aunque, a veces le viene a la cabeza que pensar así se puede deber a que es «un abuelo cebolleta», pronto lo descarta e insiste en que la de antes «es mucho mejor que la que se hace ahora», aun sin negar que todos los días «escarba» en Internet para ver lo que hacen ahora los jóvenes.