Un informe de ‘Changing Markets Foundation’ sobre la industria de las harinas y los aceites de pescado del Perú ha despertado «preocupantes interrogantes» sobre los efectos que el pescado y el marisco de acuicultura están teniendo sobre el estado de salud de los ecosistemas oceánicos, según han señalado los autores del trabajo.
Entre los datos más destacados de este trabajo, los expertos señalan que un 32% de las exportaciones de harina de pescado y un 29% de aceite de pescado del Perú fueron generadas por dos empresas (TASA, peruana, y Austral Group, noruega), que han sido vinculadas a la sobrepesca de juveniles y a la infranotificación de capturas, así como con la violación de normas críticas de salud y seguridad durante el Covid19.
Según explican, TASA suministra a gigantes de los piensos que fabrican millones de toneladas de piensos para la acuicultura para el mercado mundial, que abastecen a grandes minoristas europeos.
Tal y como indican, el Perú es el mayor exportador de harinas y aceites de pescado del mundo, y el informe pone al descubierto una «retahíla de casos de corrupción y escándalos medioambientales y sociales en el sector de la anchoa y de la pesca industrial».
PIENSO PARA LA INDUSTRIA
Además, explican, el estudio ilustra de forma gráfica «el disparate» que supone utilizar especies salvajes vulnerables como pienso en una industria acuícola mundial en vertiginosa expansión.
La pesquería de anchoa peruana (anchoveta) engloba la mayor actividad de pesca monoespecie del mundo, que destina el 99% de sus capturas a la cría de animales (cerdos, pollos y visones), así como al pescado de acuicultura, indica el estudio.
Del mismo modo, destaca que, un porcentaje «significativo» del producto se exporta a Europa como piensos para el sector del salmón de granja noruego y escocés, cuyos productos luego terminan en las estanterías de los supermercados europeos.
«Contrariamente a la imagen que intentan proyectar los grandes actores industriales, el sector peruano de la harina y el aceite de pescado está plagado de corrupción y de prácticas altamente insostenibles, como por ejemplo la captura de juveniles y la infranotificación sistemática de las capturas», ha explicado la directora de campañas en ‘Changing Markets Foundatio’, Natasha Hurley.
«NO ES UNA PANACEA»
Según ha añadido, «estas prácticas están ampliamente impulsadas por la demanda de las empresas internacionales que se abastecen de una cantidad significativa de aceite de pescado para fabricar piensos para pescado y marisco de acuicultura».
«Al usar pescado salvaje para alimentar al pescado de granja, queda patente que la acuicultura no es la panacea para acabar con la sobrepesca que la industria afirma ser; los consumidores de pescado y marisco de los países de renta alta pueden estar contribuyendo sin saberlo a la destrucción de ecosistemas oceánicos cuando adquieren productos como salmón y gambas de acuicultura», ha indicado Hurley.
Los responsables del trabajo, también destacan que las conclusiones del mismo socavan la credibilidad de MarinTrust y su Estándar Global de Suministro Responsable (Global Standard for Responsible Supply), que es el principal organismo de certificación de la industria de la harina y el aceite de pescado, y que sigue certificando a varias de las empresas que se han visto involucradas en multitud de escándalos.
En este sentido, piden a otros programas de sostenibilidad, como el Marine Stewardship Council (MSC), que eliminen la certificación de las pesquerías salvajes para todo lo que no sea consumo humano directo.
EN PELIGRO LA VIDA DE LOS TRABAJADORES
Este estudio se ha realizado tras «una minuciosa investigación» realizada entre febrero y octubre de 2020, así como de una «extensa investigación» de las cadenas de suministro, según indican los autores.
Según señalan, el enero pasado los pescadores peruanos que dependen de la pesquería como medio de subsistencia tomaron la medida poco habitual de salir a la calle para protestar contra la captura masiva de juveniles de anchoa y pedir el cierre inmediato de la campaña de pesca con el fin de proteger las poblaciones.
Sin embargo, explican los autores, se hizo caso omiso de su llamamiento y, en un caso particularmente escandaloso, se dijo a los pescadores que serían despedidos si se negaban a reanudar la actividad pesquera.
Resulta inquietante que la misma investigación también haya descubierto que la industria ha puesto en peligro la vida de los pescadores y los trabajadores de las plantas de harinas y aceites de pescado obligándolos a trabajar durante los brotes de Covid19, violando con ello su propia normativa de salud y seguridad laboral», lamenta el estudio.
Hurley apunta que la investigación realizada ha mostrado que «cuando se empieza a escarbar la superficie» las alegaciones de sostenibilidad sobre esta pesquería peruana «caen por su propio peso». En este sentido, denuncia que la información está manipulada «por aquellos que tienen intereses comerciales en el sector de las harinas y los aceites de pescado».