Cualquiera que tenga un smartphone, es decir, todo el mundo, ha experimentado esto en alguna ocasión. Esa compulsividad por utilizar el teléfono y consultar algo, o la angustia por no tenerlo a mano y estar “desconectados” de las cosas que pasan. Pasamos más de tres y más de cuatro horas diarias pegados a la pantalla de nuestro teléfono. Y van ya unos cuantos años desde que los smartphones llegaron a nuestra vida. No es extraño entonces que ese hábito tan recurrente,rozando con lo adictivo en ocasiones, haya modificado nuestro carácter y nuestra personalidad.
Al fin y al cabo, la mente y la conducta de los seres humanos es muy moldeable. Basta que cambien las circunstancias a nuestro alrededor para que, tarde o temprano, nuestros hábitos vayan modificándose poco a poco. En el caso de los smartphones, no ha sido tan poco a poco como pensamos. Ha sido cuestión de pocos años, y hemos visto nuestra vida, nuestra forma de relacionarnos absolutamente alterada. ¿Quién hubiese creído, hace diez o quince años, que íbamos a mirar el móvil unas ochenta o noventa veces al día? El poder de las tecnológicas para “engancharnos” al móvil y a sus aplicaciones es muy superior al que nos gustaría pensar.
1Smartphone e impulsividad
Los psicólogos y otros científicos de la conducta están por supuesto muy interesados en estudiar a fondo las repercusiones del uso y abuso de los smartphones. Un reciente estudio corrobora las sospechas que apuntaban a que las muchas horas que pasamos pegados a un móvil nos vuelven más impulsivos y adictos a las gratificaciones inmediatas.
Dicha investigación concluye que las personas que pasan más tiempo con su teléfono son más propensas a despreciar las recompensas a largo plazo. A cambio, prefieren una gratificación inmediata, aunque sea más pequeña. Los resultados de este experimento fueron publicados en la revista PLOS ONE bajo el título “Likes and impulsivity: Investigating the relationship between actual smartphone use and delay discounting”.