Combatir la contaminación y el cambio climático no es tan fácil como nos pensamos. Por comodidad o por costumbre nos gusta pensar que con cambiar algún gesto de la vida cotidiana podremos revertir el calentamiento global. Basta con ir a los sitios en bicicleta, reciclar y renunciar en la medida de lo posible al plástico, a las botellas por ejemplo. Y hacemos bien en disminuir el consumo de botellas de plástico, pero el remedio podría ser incluso peor que la enfermedad.
El plástico contamina mucho y tarde miles de años en desaparecer. Pero si sustituimos las botellas de plásticos por las de cristal estaremos yendo de Guatemala a Guatepeor. La fabricación de las botellas de cristal, acaba de establecer un estudio científico, supone un impacto ambiental hasta cuatro veces superior al de las botellas de plástico. Y es que fabricar una sola de esas botellas hace necesario utilizar grandes cantidades de energía y de recursos materiales.
3Reutilizar y no reciclar
De hecho, es cuando se tienen en cuenta los daños asociados a la actividad minera cuando las botellas de cristal se revelan como las más contaminantes. Esos daños pasan por la degradación de la tierra donde situada la mina, la emisión de polvos y la contaminación de las aguas circundantes. Además, la minería de arena silícea, uno de los materiales del cristal, produce con frecuencia la enfermedad de la silicosis entre los mineros y los habitantes de la zona.
De acuerdo con los datos que presentan los científicos, alrededor de un quinto de los materiales que se utilizan para hacer cristal generan dióxido de carbono y otros gases contaminantes. “Creo que las implicaciones de este estudio”, sostiene la doctora Brock en el texto, “deberían llevarnos a reutilizar las botellas y las latas. Solamente con reciclar no es suficiente”.