Han pasado meses desde que la mascarilla se convirtió en un complemento más de nuestro día a día. Y sigue trayendo problemas, generando dudas e incomodándonos a todos. No queda más remedio que acostumbrarse al incordio y hacer todo lo posible para convivir con ella de la mejor forma posible. Todos hemos sentido ya los inconvenientes de llevarla mucho tiempo puesta: nos duelen las orejas, salen granos en la piel, nos deja marcas en la nariz…Y, lo más incómodo de todo, las dificultades para respirar que acarrea.
Cuando subimos cuestas o escaleras, cuando hace mucho calor, al hacer deporte o ejercicio físico…La mascarilla molesta, nos llega menos aire y podemos incluso sentir que nos estamos ahogando. Científicos de todo el mundo llevan ya meses buscando una solución para arreglar el engorro y, según indican estudios recientes, parece que la solución está más cerca tuyo de lo que jamás habrías pensado.
5Cambiar de mascarilla
Puedes recurrir a técnicas como meditación, relajación muscular y de control de la respiración. Solo en los casos más graves, si notas que no se extingue esa respuesta de angustia, puede que sea necesario que acudes a un profesional de la psicología para que te ayude a superar ese miedo. Pero antes de recurrir a esta situación drástica puedes también tú intentar engañar a tu cerebro para recuperar la sensación de alivio y poder respirar de forma correcta.
Una forma de hacer eso es cambiar con frecuencia de mascarilla. No utilices más de la cuenta una misma mascarilla, pues ello no hace sino incrementar la sensación de angustia. Es decisivo, por supuesto, elegir muy bien qué mascarilla vas a utilizar. Tiene que ser una efectiva y segura, pero que también te resulte cómoda y se ajuste correctamente a tu cara.