Han pasado meses desde que la mascarilla se convirtió en un complemento más de nuestro día a día. Y sigue trayendo problemas, generando dudas e incomodándonos a todos. No queda más remedio que acostumbrarse al incordio y hacer todo lo posible para convivir con ella de la mejor forma posible. Todos hemos sentido ya los inconvenientes de llevarla mucho tiempo puesta: nos duelen las orejas, salen granos en la piel, nos deja marcas en la nariz…Y, lo más incómodo de todo, las dificultades para respirar que acarrea.
Cuando subimos cuestas o escaleras, cuando hace mucho calor, al hacer deporte o ejercicio físico…La mascarilla molesta, nos llega menos aire y podemos incluso sentir que nos estamos ahogando. Científicos de todo el mundo llevan ya meses buscando una solución para arreglar el engorro y, según indican estudios recientes, parece que la solución está más cerca tuyo de lo que jamás habrías pensado.
2Respiramos igual con mascarilla
“Puede ser que percibamos un esfuerzo mayor de actividad a la hora de coger aire”, dice Susan Hopkins, autora del estudio y profesora de medicina, “pero los efectos de llevar mascarilla en la respiración son pequeños, con frecuencia demasiado pequeños como para ser detectados. El volumen de gases como el CO2 en sangre y otros parámetros fisiológicos se mantienen iguales”.
Añade asimismo que no hay “pruebas para demostrar que haya ninguna diferencia por sexo o edad en las respuestas fisiológicas que se generan al llevar puesta una mascarilla”. Es, simplemente, una cuestión de incomodidad, un engaño de la mente, una práctica a la que no estamos acostumbrados y sentimos que nos estamos ahogando. Pero no pasa de ser una ilusión o un espejismo. Misterios de la mente y del cuerpo humano.