Es difícil decir a qué edad empieza uno a ser viejo. Es un proceso lento, gradual y apenas perceptible. Un día nos despertamos y tenemos canas, o nos cansamos más de la cuenta al hacer deporte, o nos vemos metidos en la cama un sábado a las once de la noche. Tarde o temprano, los achaques de la edad nos llegan a todos. Pero, por supuesto, cuanto más tarde hagan su aparición mucho mejor.
Al fin y al cabo, la vejez es en cierto modo una cuestión de perspectiva. Para un adolescente quinceañero una persona de 35 será poco menos que un vejestorio, aunque él se sienta todavía un chaval. Los viejos siempre son los otros, los que están un poco por encima nuestro en cuanto a edad. En definitiva, cada cual se engaña a sí mismo como quiere, e intenta ocultarse su propio envejecimiento como mejor le convenga. En estos casos solo nos queda la estadística: ¿cuándo empezamos, de media, a sentirnos viejos de verdad?
4Cambiar de hábitos
En la encuesta se observa una cosa que dice mucho de cómo somos los humanos. Pese a que todos se quejan y se preocupan por la pérdida de sus capacidades cognitivas, el 84% de los encuestados reconoce no estar tomando ninguna medida para evitarlo. Eric Marcotulli es el consejero delegado de la empresa que llevó a cabo la encuesta: “Más de la mitad de los encuestados son conscientes de que el consumo excesivo de alcohol, el tabaco y la falta de sueño aceleran la pérdida de volumen del cerebro”.
No obstante, solamente el 41% es consciente de que los malos hábitos alimenticios pueden también tener un impacto en la salud de nuestro cerebro. “Por desgracia, no es sorprendente que mucha gente no asocie una buena dieta con el fortalecimiento de la salud del cerebro a largo plazo”, lamenta Marcotulli. “Pese a que sabemos de las propiedades del omega-3 para la salud del cerebro, en América el 80% de los encuestados no toma las dos raciones semanales de pescado que recomiendan los expertos”. El omega-3 se encuentra sobre todo en pescados como el salmón, el atún y las sardinas.