Lo hacemos siempre que nos damos cuenta de que un pequeño moho está saliendo en un alimento. Cogemos un cuchillo y, con mucho cuidado, quitamos la zona que está poniéndose mala. Luego, como si nada hubiese pasado, cocinamos dicho alimento o nos lo llevamos directamente a la boca.Tendemos a pensar que, como ya no vemos el hongo ni las toxinas, no hay ningún peligro. Y nos equivocamos.
Seguro que todos hemos hecho eso con un trozo de pan, con unos champiñones, un tarro de mermelada o una cuña de queso. No somos conscientes del peligro que puede entrañar esa costumbre para nuestra salud. Aunque no nos demos cuenta, podemos estar llevándonos a la boca productos altamente tóxicos que podrían acarrearnos serias complicaciones.
1La postura de los expertos
La Food Standars Agency es una autoridad internacional en este tipo de temas. Su posición sobre este asunto es clara y no deja lugar a ningún tipo de ambigüedades: “Recomendamos no comer alimentos que obviamente estén podridos o que contengan moho debido a los riesgos potenciales”. Explican que “si bien es posible que la eliminación del moho y una cantidad significativa del producto circundante puedan eliminar las toxinas ocultas presentes, no hay garantía de que hacerlo las elimine a todas”.
Por su parte, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos tiene una postura ligeramente distinta. Para ellos se podrá comer un alimento una vez retirado el moho dependiendo de de qué producto se trate. Deberíamos tirar a la basura los alimentos blandos o con alto contenido en humedad, mientras que los alimentos duros y secos sí que se podrían aprovechar.