El Papa ha pedido este domingo que el español Joan Roig Diggle, «asesinado con solo 19 años» por odio a la fe durante la guerra civil y que fue declarado beato este sábado en una misa celebrada en la basílica de la Sagrada Familia, sea un ejemplo para los jóvenes.
«Que su ejemplo inspire en los jóvenes el deseo de vivir con plenitud la vocación cristiana», ha señalado el Pontífice tras el tradicional rezo del Ángelus de este domingo.
Diggle nació en Barcelona y fue martirizado por su fe el día 12 de septiembre de 1936. La ceremonia de beatificación estuvo presidida por el cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona y concelebrada por el cardenal Lluís Martínez Sistach, Arzobispo emérito de Barcelona y el nuncio apostólico de la Santa Sede en España, Monseñor Bernardito Auza.
Por otro lado, el Papa ha instado a encontrar soluciones pacíficas en Etiopía al pedir que se entierre la «tentación del conflicto armado» y cesen las hostilidades para que no sufra la población civil en un momento en el que hay enfrentamientos entre el ejército del Gobierno central y el Frente de Liberación del Tigray (TPLF), que gobierna la región. La escalada de tensión, según muchos expertos, podría llevar a una guerra civil.
En otro orden de cosas, Francisco también ha lamentado el «violento» huracán que ha golpeado América Central dejando «muchas víctimas y daños» en una región con una situación ya de por sí difícil, «agravada» por la pandemia.
Igualmente, ha reclamado «estabilidad» para Libia, un país que arrastra una guerra civil desde hace varios años, al desear que el Foro político sobre Libia que se desarrolla estos días en Túnez «sea el encuentro de una solución».
Durante el rezo, Francisco también ha pedido a los cristianos ser «sabios y prudentes», lo que significa «no esperar el último momento para corresponder a la gracia de Dios, sino hacerlo activamente de inmediato».
Para explicarlo, el Papa ha comentado la parábola de las diez vírgenes invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del Reino de los cielos. Así, el Pontífice ha lamentado que los cristianos olviden la meta de la vida, que ha definido como «la cita definitiva con Dios», de manera que se pierde «el sentido de la espera» y se «absolutiza el presente». Según ha manifestado, esta actitud «excluye cualquier perspectiva del más allá». Y ha referido: «hacemos todo como si nunca tuviéramos que partir para la otra vida. Y entonces sólo nos preocupa poseer, emerger, tener una buena colocación…».
De este modo, ha advertido de que si los cristianos se dejan guiar por lo que «parece más atractivo» como, por ejemplo, «la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril». Para finalizar, ha instado a vivir «una fe activa» que sea como «la lámpara luminosa con la que podemos atravesar la noche más allá de la muerte y alcanzar la gran fiesta de la vida».