Chapas, pegatinas y otras colecciones que no terminaste en tu infancia

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Desde niños siempre hemos estado coleccionando. Desde chapas, pegatinas con sus álbumes, colecciones de cromos… Pero pocas hemos terminado. Ya sea porque la cantidad de elementos era infinita o porque había algunos ejemplares imposibles de conseguir, al final nuestras colecciones se quedaban a medias. Siempre nos quedaba acudir a mercadillos como El Rastro en Madrid y en otras grandes ciudades en donde podías encontrar los cromos más complicados.

Eso sí, si querías terminar las complicadas colecciones, te tocaba rascarte el bolsillo. Si querías el cromo del último fichaje de La Liga, o tenías la mayor suerte del mundo o te tocaba ir al rastrillo a comprar o intercambiar el cromo. Si querías el tazo que te faltaba, igual. Lo de las chapas era más complicado, ya que no en todos los bares vendían la bebida que a ti te gustaba. Y, además, si el camarero no tenía mano, te doblaba la chapita y te hacía la puñeta porque tú las querías impolutas.

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Gogos

Tras los tazos llegaron los gogos. Los gogos eran unos muñecos de plástico duro que tomaban la figura de algún personaje o dibujo animado. Había bastantes colecciones de gogos y estos venían en las bolsas de patatas.

Los gogos tuvieron tanto éxito que se llegaron a hacer ferias y clubes de reuniones. Las grandes marcas como McDonals se aprovecharon de la fiebre por estas figuritas para incluirlas en sus menús para niños.

Aunque intentaras hacer la colección, nunca la hubieras acabado. Hay cuatro gogos llamados Whistlers, Metallic Gold, Metallic Bronze y Smiley Eggy que son prácticamente imposibles de conseguir.