Desde niños siempre hemos estado coleccionando. Desde chapas, pegatinas con sus álbumes, colecciones de cromos… Pero pocas hemos terminado. Ya sea porque la cantidad de elementos era infinita o porque había algunos ejemplares imposibles de conseguir, al final nuestras colecciones se quedaban a medias. Siempre nos quedaba acudir a mercadillos como El Rastro en Madrid y en otras grandes ciudades en donde podías encontrar los cromos más complicados.
Eso sí, si querías terminar las complicadas colecciones, te tocaba rascarte el bolsillo. Si querías el cromo del último fichaje de La Liga, o tenías la mayor suerte del mundo o te tocaba ir al rastrillo a comprar o intercambiar el cromo. Si querías el tazo que te faltaba, igual. Lo de las chapas era más complicado, ya que no en todos los bares vendían la bebida que a ti te gustaba. Y, además, si el camarero no tenía mano, te doblaba la chapita y te hacía la puñeta porque tú las querías impolutas.
2Pegatinas
Las chicas no coleccionaban chapas ni cromos de fútbol. A ellas le gustaban más los álbumes con pegatinas. Estas pegatinas podían ser de princesas Disney, de la película de estreno de aquel momento como El Rey León o Aladdin.
También se llevaban mucho las pegatinas de Barbie y de las muñecas de la época. Problema, que algunas veces había álbumes muy grandes y muy pocas pegatinas. Además, tenían tan poco tirón que no se encontraban los sobres.
Al final tenías varios álbumes y uno de ellos solo relleno de algunas pegatinas y con otra colección incompleta. Ya al final optabas por pegar estas pegatinas en cualquier otro sitio como libros o en el coche antes que en el álbum.