En lo que va de 2020 ya han fallecido 120.859 personas por enfermedad cardiovascular, frente a las 35.298 que han perdido la vida tras infectarse del coronavirus, lo que significa que por cada muerte por Covid-19 se producen tres o cuatro por patología cardiovascular, según se ha puesto de manifiesto con motivo del ‘E-Congreso SEC 2020 de la Salud Cardiovascular’.
«Lamentablemente, el futuro a corto plazo no augura una reducción de estas muertes sino todo lo contrario», ha dicho el presidente del congreso y vicepresidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), Héctor Bueno, quien ha aludido a un estudio de la Asociación de Cardiología Intervencionista de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) que muestra que el Covid-19 ha tenido un tremendo impacto sobre la letalidad por infarto agudo de miocardio, multiplicándose por dos los fallecimientos intrahospitalarios durante la pandemia frente al periodo previo.
Asimismo, otro trabajo, realizado por el Hospital Universitario de San Juan (Alicante), el Hospital General Universitario (Valencia), el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (A Coruña), el Hospital Clínico Universitario de Valencia y el Hospital Universitario HM Madrid, ha puesto de manifiesto que los pacientes con enfermedad cardiovascular presentan un riesgo cinco veces superior de muerte.
Del mismo modo, en el encuentro se ha puesto de manifiesto que los pacientes infectados por coronavirus, aunque no sufran enfermedad cardiovascular previa, también pueden desarrollar algunas afecciones como las siguientes como, por ejemplo, miocarditis. «Afortunadamente, en pocos casos la miocarditis ha conducido al fallecimiento porque la mayoría han sido de grado leve», ha aclarado el presidente electo de la SEC, Julián Pérez-Villacastín.
Además, también puede originar vasculitis, la cual puede también alterar las capas del endotelio de las arterias, provocando una inestabilidad de las placas de ateroma, que se desprenden y pueden causar un infarto si taponean la arteria; o trombosis.
«Las trombosis que se han originado en este tipo de pacientes, en forma incluso de embolismos pulmonares o trombosis venosas, se han dado o bien durante la hospitalización o incluso tras el alta. La utilización de anticoagulantes para evitar la trombosis es una pauta prácticamente común en casi todos los protocolos, a menos que el paciente lo tenga contraindicado», ha argumentado Pérez-Villacastín.
Finalmente, en el encuentro se ha avisado de que la hidroxicloroquina y la azitromicina, un antipalúdico y un antibacteriano, pueden producir trastornos, induciendo al desarrollo de arritmias malignas en algunos pacientes. «Para confirmar que no hay ningún problema al tomar estos fármacos, se debe monitorizar a los pacientes con un electrocardiograma», ha añadido el apunta el presidente electo SEC.