A veces, los planes y proyectos frustrados nos parecen mucho más atractivos que aquellos que sí que pudieron culminarse. ¿Qué hubiese sido si…?, ¿qué habría pasado si…?, ¿cómo hubiese acabado tal cosa…? Cosas de nuestra psicología averiada. En el caso del arte es muy común este fenómeno: libros que quedaron a medios, películas que no pudieron terminarse, los bocetos de una cuadro o los acordes de una canción. ¿Cómo hubiesen sido si el escritor, el cineasta o el músico hubiera podido terminar esas obras?
Nunca lo sabremos, y eso es lo que nos llama la atención y nos atrae. Lo imposible. Pero volvamos a lo nuestro: las películas de animación. Hacer una producción de este tipo es un proceso largo y muy laborioso, así como muy muy caro. La productora que está detrás de una de estas películas tiene que tener mucho dinero y mucha fe en que va a tener éxito. Estas películas de animación empezaron a hacerse, e incluso estaban bien avanzadas, cuando se decidió cancelar su producción.
3Wildlife
Con el cambio de milenio a Disney le entraron las ganas de diversificar sus productos. Por ese motivo estuvo tanteando la posibilidad de empezar a hacer películas de animación para adultos. Su primer proyecto piloto en este sentido fue Widlife, una adaptación de My Fair Lady. En dicha historia, ambientada en una Nueva York sesentera repleta de animales, uno de los personajes se pone el reto de convertir a una elefante en una refinada señorita neoyorquina.
La historia pintaba bien, al menos simpática, pero acabó yéndose al traste. A Wildlife le sucedió algo parecido a Gatchman: a quienes ponían el dinero les parecía demasiado fuerte o desvergonzado el humor que exhibía la película. Roy Disney, uno de los productores más influyentes y adinerados, ordenó detener de inmediato la película después de haberse dejado en ella casi veinte millones de dólares.