La operación bikini, por fortuna, todavía nos queda lejos. Antes de llegar allí aún nos quedan los atracones de navidad, aunque este año tendrán que ser distintos. Y luego, el 1 de enero con su retahíla de promesas para el año nuevo. Entre ellas, una de las más frecuentes es la de ponerse a dieta y perder peso. Muchos lo intentan año tras año, y año tras año fracasan sin saber muy bien qué hacer para conseguir bajar peso de una vez.
Desde programas de televisión y otros púlpitos se insiste siempre en que se trata, al fin y al cabo, de una cuestión de voluntad. De tener claro lo que queremos e insistir sin dejarnos llevar por caprichos o tentaciones. Ojalá se tratase solo de eso, pero la cuestión es bastante más compleja. Una reciente investigación de una universidad israelí ha descubierto algunos de los mecanismos biológicos y psicológicos que influyen en nuestro comportamiento a la hora de seguir una dieta para perder peso.
3Criterios de selección
El equipo israelí ha descubierto una conexión entre los ritmos dentro de esa red cerebral y la capacidad para perder peso. En particular, el estudio revela la alta actividad que presenta la corteza visual primaria dentro de dicha red cerebral.
Los investigadores examinaron a 92 participantes en un plazo de 18 meses. Los sujetos eran elegidos siguiendo varios criterios: si presentaban una cintura más ancha de las medidas normales, altos niveles de lípidos en el organismo y edad.
Antes de empezar el proyecto de hacerles perder peso, cada participante se sometió a una serie de escáneres cerebrales y tests de comportamiento. El equipo midió el éxito de cada participante en la pérdida de peso al cabo de seis meses. Según los autores, ese es el periodo de tiempo en el que empiezan a notarse los efectos de cualquier programa de dieta.