«Emily in Paris» está causando revuelos y siendo la sensación de las redes sociales en los últimos días, y es que esta ficción creada por Darren Star («Sexo en Nueva York») y estrenada hace unos días en Netflix, está sujeta a ser comentada, y con mucha razón. La serie nos presenta a Emily (Lilly Collins), una millenial estadounidense que es contratada en la capital francesa por una agencia de marketing que desborda lujo. Ella será la encargada de la gestión de las redes sociales, siendo “el punto de vista americano” de la empresa.
Emily se encontrará de repente viviendo en la ciudad perfecta para ella. Sin embargo, su vida no estará desprovista de dramatismo, ya que tendrá diversos choques culturales, que le harán plantearse si tomó la decisión correcta. El idioma, una jefa bastante dura y el hecho de tener que hacer amigos desde 0, cuando has dejado todo atrás.
Y es que, mudarse a la otra punta del mundo tú sola, no es fácil. Por su puesto, no podemos olvidarnos del “amour”, al fin y al cabo, París, siempre ha sido representada como uno de los escenarios más emblemáticos para el amor y el sexo, y por su puesto eso no ha podido faltar en una serie llena de estereotipos, que comentaremos a continuación.
4Un triángulo amoroso mal resuelto
Por su puesto, rodeada de tanto sexo y amor, Emily se dejará llevar por estas características que parecen ser implícitas en la ciudad y no solo conocerá a diversos hombres, que son sin duda representaciones algo exageradas, pero bastante adecuadas de los encuentros medios que tienen las mujeres con hombres heterosexuales; sino que se verá en vuelta en un triángulo amoroso.
Emily conoció a Gabriel en su primer día en París, ya que viven en el mismo edificio. Desde el primer momento el espectador es capaz de ver la tensión en ese primer encuentro entre dos personas jóvenes y atractivas, que ahora son vecinas. Emily y él desarrollan rápidamente un amistad, pero enmascarada por sentimientos que van mucho más lejos. Cuando parece que estos sentimientos empiezan a aflorar, Emily se da cuenta que Gabriel tiene novia, Camille. La dulce Camille es una chica encantadora que casualmente Emily había conocido unos días antes comprando flores en el barrio.
En este momento Emily se ve envuelta en una complicada situación, ya que no quiere dejar de ser amiga ambos. Así pues, los tres mantienen una peculiar amistad que los lleva a hacer planes juntos, incluso viajar a la casa familiar de Camille en la campiña francesa. Hay algo muy decepcionante, pero que no impresiona teniendo en cuenta de que se trata de una serie llena de clichés propios de «Gossip Girl», que de una serie realizada en 2020, y es esa representación del amor romántico donde no se concibe el querer a alguien sin tener que sufrir.
Por otra parte, el desarrollo de estas relaciones podrían haberse abordado de manera distinta. Cuando parecía que la trama amorosa podría ponerse interesante al haber una posible relación entre Emily y Camille o incluso llegar a abordar las relaciones poliamorosas, se eligió deliberadamente usar de nuevo el recurso del novio infiel, que engaña a su pareja con la «fascinante» chica nueva, a la que no puedes resistirte. Una fórmula repetida incansablemente hasta la saciedad.