Es salir a comer fuera y sentir una irresistible necesidad de comer comida basura. No estás solo, le pasa a todo el mundo. También sueles tener la sensación de que comer este tipo de basura es cometer un pecado, eso es por la educación que nos han dado de pequeños y que se nos interioriza durante el resto de nuestros días. Pero es que la comida basura, a pesar de ser poco nutritiva e incluso perjudicial, está muy rica.
Según algunos estudios científicos, incluso estamos relacionándonos con hamburguesas, pizzas y perritos desde que estamos en el vientre de nuestra madre. Así que cuando pensemos en esa obsesión por esta comida de baja calidad, vamos a rememorarnos a la infancia, a nuestros recuerdos y a todas las sensaciones que sentimos al entrar en el restaurante, oler los aromas. Lo que sentimos cuando le damos un bocado a ese trozo de comida que tiene las mismas calorías que le cuerpo humano necesita durante todo un día.
2La adolescencia no ayuda
Cuando crecemos y empezamos a tener voluntad propia tampoco vamos mejorando en cuanto a la comida basura. Y es que cuanto más mayores somos, más acercamiento tenemos a ella y más nos vamos relacionando con todo tipo de restaurantes que ofrecen este género.
A cualquier fiesta que vayas, allí tendrás hamburguesas, pizzas, perritos, aperitivos. Todo acompañado, obviamente por patatas fritas. Y no vas a pensar que, en una fiesta de jóvenes, vas a comer verduras al vapor o comida vegana, porque tus amigos te mirarían raro.
Y llega la edad adulta y comenzamos a trabajar. Y el trabajo significa tener poco tiempo libre. Y no vas a dedicar ese tiempo libre en cocinar, si no en descansar. Así que bocadillos, hamburguesas, comida preparada… Todo tipo de alimentos de mala calidad que no hacen si no empeorarnos la salud a largo plazo.