Lugares que existen y que parecen de mentira

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Hay lugares que, inexplicablemente nos dan esa sensación. La de que no puede ser cierto, que tiene que ser mentira lo que estamos viendo: demasiado bello, demasiado raro, demasiado inesperado. Lugares mágicos, al fin y al cabo, que no sabemos muy bien dónde ubicar. Hay cientos de ellos, tal vez miles, repartidos a lo largo y ancho del mundo. Ojalá poder conocerlos todos.

El tema da para mucho. En el año 2013, el periodista y editor Sergio Parra (Barcelona, 1978), publicó el libro “300 lugares de verdad que parecen de mentira”. Un extrañísimo viaje por el globo recabando en esos enclaves que se nos antojan como una fantasía. 

“Así que bienvenido a las topologías del ensueño, en las que perseguiremos geodesias míticas (…), como trashumantes espirituales adictos al jet lag, cruzando husos horarios como se cruzan planos dimensionales, enredando las coordenadas y abcisas y rompiendo la brújula, el sextante y el compás, dispuestos a que un tipo raro, en algún lugar remoto o a la vuelta de la esquina, nos salude: Namasté.”, escribe Parra en la introducción. Estos son algunos de esos lugares, y otros que hemos encontrado.

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Puerta del Infierno (Turkmenistán)

El pozo de Darvaza, situado en el desierto de Karakum (Turkmekistan), es mundialmente conocido como la puerta del infierno. Todo ello por un cráter, de 69 metros de diámetro y unos 30 de profundidad, que lleva ardiendo desde 1971 de forma ininterrumpida. Pero no lo hace por la actividad volcánica de la zona, sino por culpa de un accidente que se produjo ese mismo año.

A lo largo de este año, que cambiaría la historia de la región para siempre, un grupo de geólogos ruso realizó una serie de explosiones controladas en el desierto de Karakum con el objetivo de encontrar campos petrolíferos. A pesar de no dar con ellos, descubrieron grandes cantidades de hidrocarburo, por lo que procedieron a extraerlo.

Lo hicieron a través de una cueva natural, que contaba con un resquicio de gas natural, que cedió como consecuencia de la perforación. Esto no solo dejó a los investigadores sin el tan ansiado hidrocarburo, sino que provocó un desmoronamiento del suelo que se llevó a todo el equipo a unos 30 metros de profundidad.

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