Sentimos decepcionarte, pero así es. Eso que en muchos supermercados te venden como quesitos no tiene nada que ver con el queso en la mayoría de las ocasiones. No es un secreto que muchos productos comestibles no son lo que en realidad dicen ser. Todo esto se debe, en gran medida, a que la gran industria de alimentos sigue experimentando crear sabores deliciosos, pero con ingredientes que no deberían utilizar.
Los lácteos son de los productos que son más propensos a ser fabricados con otros ingredientes. En el caso de los quesos, es importante percatarse de que los ingredientes contienen la palabra “queso”. Esa es la única garantía de que no nos están dando gato por liebre. Los verdaderos quesos deben estar preparados con cuatro ingredientes básicos: leche, cuajo, fermentos lácticos y sal, aunque también se clasifica como queso a productos que estén hechos con nata o suero de mantequilla.
Los quesos que incluyen nata o suero de mantequilla también se dan el permiso de añadir colorantes o cultivos microbianos, así como algunas levaduras especiales. Diverss investigaciones han demostrado que los quesitos que venden en los supermercados, tan frecuentes en las meriendas de tantos niños, no son en realidad queso.
Alimentos ultraprocesados
Estos productos están hechos en realidad a base de sales fundentes. Estas se utilizan para que, al mezclar ciertos ingredientes, estos logren tener una consistencia blanda, como si se tratase de un queso de verdad. Además, a los quesitos se les agrega almidón y otros ingredientes que no aportan ningún nutriente a quien los consume.
Es por eso por lo que estos quesitos entran en la categoría de alimentos ultraprocesados. Un alimento ultraprocesado es aquel que se elabora a partir de ingredientes procesados y no contiene ingredientes frescos o que puedan identificarse en su presentación final. Estoa alimentos no son nada sanos, se elaboran de forma industrial y poseen más de cinco ingredientes, entre los que se encuentran: harinas refinadas, vegetales refinados, azúcares añadidos y, muy seguramente, sal.
El queso, en general, contiene una alta cantidad de calorías. Esto explica que las puntuaciones de Nutri-Score estén entre C, para los bajos en grasa, y D, para los demás. Aunque se suelen tomar en porciones pequeñas, lo cierto es que no se recomienda el consumo diario de este tipo de productos.
Fijarse en la etiqueta
Para saber lo que en realidad estamos comprando, lo primero que deberíamos hacer es consultar la etiqueta. Según el Real Decreto 1113/2006, este tipo de alimentos se clasifican en dos clases: queso y queso fundido. Y en los matices y diferencias entre ambos es donde tenemos que buscar lo que nos interesa.
El queso se obtiene a partir de la coagulación de la leche. En su elaboración se pueden utilizar diferentes lácteos, como leche total o parcialmente desnatada, nata, suero de mantequilla o una mezcla de todos los anteriores. Es habitual que el queso se elabore a partir de leche, a la que se añaden después fermentos lácticos y cuajo para que coagule. Después se agrega sal y se deja un tiempo en condiciones controladas para que madure.
El proceso para obtener queso fundido es bien distinto. Se elabora a partir de una o más variedades de queso, a las que se pueden añadir otros ingredientes. Su aspecto es muy similar y puede hacernos caer en el engaño. Pero se trata de productos muy diferentes. Los quesos fundidos los encontramos para elaborar pizzas o pasta, donde se funden sin quemarse, o en los quesos untables.
Ahora ya estás avisado. Mucho ojo la próxima vez.