Aunque las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de fallecimiento en España, es posible evitar hasta el 80% de las muertes mediante la prevención y el tratamiento adecuado, ámbitos en los que es clave la labor de los farmacéuticos.
Dentro de la labor asistencial del farmacéutico está el combatir tópicos erróneos que asumen muchos pacientes de enfermedades cardiovasculares que inundan las redes sociales, como, por ejemplo, que el ácido acetilsalicílico es un remedio antiguo y, por tanto, superado. La realidad es que sigue siendo uno de los fármacos más eficaces en la prevención de nuevos episodios coronarios y reduce el riesgo de otros eventos vasculares, como el ictus.
También es bastante corriente entre pacientes con antecedentes coronarios la creencia de que llevar permanentemente un parche de nitroglicerina les protege, cuando su función no es preventiva ya que solo es efectiva en ataques agudos. Esta función de luchar contra los bulos la realizan a diario red de 22.104 farmacias comunitarias.
En este contexto, los 54.000 farmacéuticos comunitarios cobran especial relevancia en la consecución de los objetivos del proceso terapéutico, en la prevención de factores de riesgo, o en la detección de signos de alerta.
Así, en caso de ser ya pacientes de una patología de este tipo, una vez diagnosticada y prescrito el tratamiento por el cardiólogo, la intervención del farmacéutico es fundamental para obtener los mejores resultados terapéuticos, ya sea en el entorno hospitalario en situaciones de Síndrome Coronario Agudo o en el ámbito comunitario. Y es que, en realidad, la mayoría de pacientes de enfermedades cardiovasculares están en tratamiento crónico ambulatorio mediante tratamientos dispensados a través de las farmacias.
Usar el corazón para combatirlas
Precisamente, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos se ha sumó al Día Mundial del Corazón, impulsado por la Organización Mundial de la Salud con el lema “Usa el corazón para combatir las enfermedades cardiovasculares”.
Y es que con 18 millones de fallecimientos anuales –se estima que serán 23 millones en 2030– son la primera causa de muerte en todo el mundo. En España, aunque hace 40 años comenzó una tendencia descendente, las enfermedades cardiovasculares también son la primera causa de muerte (un 28,3% del total), alcanzando las 120.859 en 2019. Entre las principales patologías se incluyen: la cardiopatía coronaria isquémica, la más mortal; la insuficiencia cardiaca; las cerebrovasculares, como el ictus; la cardiopatía reumática; las cardiopatías congénitas; las arritmias; o las trombosis venosas profundas y las embolias pulmonares.
Factores de riesgo
La aparición y evolución de estas enfermedades están muy condicionadas por una serie de factores de riesgo, entre los que destacan la hipertensión arterial, el tabaquismo, la hipercolesterolemia, la diabetes o la obesidad. Además, en tiempos de la COVID-19, los pacientes se enfrentan a una doble amenaza: un mayor riesgo de desarrollar formas más graves de la infección, y descuidar los tratamientos por temor al contagio al acudir a un centro sanitario.
Si bien las tasas de mortalidad son altas y la lista de factores de riesgo es amplia, el lado positivo es que mediante un control eficaz de los principales factores de riesgo podría reducir hasta en un 80% las muertes.
“A este respecto, el farmacéutico comunitario, por su cercanía y accesibilidad, ocupa una posición privilegiada para transmitir a los ciudadanos información rigurosa sobre el riesgo cardiovascular y las buenas prácticas para prevenirlos, como el abandono del hábito tabáquico y del consumo excesivo de alcohol, la realización regular de ejercicio físico, llevar una dieta sana y variada, evitar el sobrepeso y controlar periódicamente parámetros como el índice de masa corporal, la presión arterial, la glucemia o la colesterolemia”, explican desde esta institución.
En el caso de estas patologías, la adherencia terapéutica es un factor esencial en el resultado de los tratamientos crónicos. En este sentido, “el farmacéutico comunitario debe rercodar que la falta de adherencia puede influir en un empeoramiento de la calidad de vida, una mayor probabilidad de complicaciones, aparición de efectos secundarios, ingresos hospitalarios adicionales o mortalidad, situaciones que incrementan la ineficiencia del gasto sanitario”, añaden.