Lavarse la cara parece el paso más sencillo en una rutina de cuidado de la piel. Es algo que todos llevamos haciendo toda la vida, desde bien pequeños. El problema es que si no lo haces bien, puedes estar causando más daño que bien, y eso puede resultar en algunos problemas bastante significativos, como sequedad, irritación y flacidez prematura y arrugas.
La piel del rostro es distinta a la del resto del cuerpo y tiene necesidades específicas, así no lo parezca a simple vista. Por ello, no es correcto pretender brindarle los mismos cuidados. De hacerlo así, solo se consigue alterarla.
La forma y los productos que utilizamos para limpiarla no deberían ser triviales si queremos prevenir el envejecimiento o la deshidratación de la piel, así que limitarse a los clásicos agua y jabón es hacerse un flaco favor a uno mismo.
7No hidratas después del lavado
Este paso es importante para culminar el lavado de cara. Que es cuando marca una gran diferencia. De hecho, los expertos recomiendan aplicar la crema hidratante justo después de lavarse la cara. Si esperas unos minutos, las células de la superficie se deshidratan y en realidad son más difíciles de hidratar de nuevo.
Los hidratantes proporcionan ingredientes clave para nutrir tu piel, dejando con una superficie limpia e hidratada.