Mujeres que han logrado salir de estos ámbitos, ponen voz a esta problemática social. “Para acabar con esta lacra, lo primero es romper el silencio”.
La Fundación CERMI Mujeres (FCM) ha puesto el foco en el “ocultamiento” que sufren las mujeres con discapacidad en situaciones como los abusos, la prostitución, la vida en prisión, el VIH o en el ejercicio del derecho a la maternidad.
Todo ello ha sido analizado de la mano de la vicepresidenta ejecutiva de la FCM, Ana Peláez Narváez, en el ciclo ‘No estás sola’, contexto en el que
Ángeles Sepúlveda, médica forense especialista en violencia de género y fundadora de la Asociación de Asistencia a Víctimas, ha denunciado la “invisibilización” que sufren estas mujeres, pese a su mayor exposición.
“Para acabar con esta lacra, lo primero es romper el silencio” y “potenciar recursos sin barreras y un lenguaje y medios adaptados como militantes de los derechos humanos”, añade esta experta, quien apostilla que, “mientras existan los abusos, no lograremos la igualdad plena ni una sociedad respetuosa con los derechos humanos”.
Respecto a la problemática de la explotación sexual, Beatriz Sagrado, consultora de género, salud y violencia, asegura que “la industria del sexo sigue ligada al ocio por ese derecho asumido por algunos hombres de poseer el cuerpo de la mujer”.
“En la mercantilización del cuerpo de la mujer” se va dando cada vez una “demanda de mayor variedad, buscando lo exótico” y, es ahí donde en su opinión entra en juego la discapacidad, porque además “refuerza el deseo de posesión de los puteros”. Además, Sagrado alerta de los efectos en la salud física y sobre todo psíquica el hecho de estar prostituidas.
En esta línea, se dos mujeres latinoamericanas con discapacidad supervivientes a la prostitución confiesan confesaron las dificultades a las que se enfrenta para salir de este mundo. Por ejemplo, María, colombiana, relata cómo perdió un brazo en el ejercicio de la prostitución y, posteriormente, pudo rehabilitarse y “salir de ese infierno en el que perdía la vida y la juventud”.
La vida en prisión
En relación con la vida en prisión, Ana Belén Sevillano, responsable del Programa de Atención Integral e Inclusión Social de Plena Inclusión Castilla y León, explica que la mayoría de personas con discapacidad intelectual que están en la cárcel es por delitos materiales. No obstante, según ella, casi la mitad de las personas con discapacidad con las que trabajan no tienen reconocido oficialmente el grado de discapacidad, lo que dificulta que en el proceso judicial se pueda tener en cuenta esta situación y que en la cárcel puedan acudir a recursos de apoyo especializados.
Belinda Ponce, una mujer con discapacidad que ha estado en prisión en dos ocasiones, califica la vida en la cárcel como “muy dura” y añade que al salir de prisión, no había recursos de atención específicos para mujeres con discapacidad, pero sí para hombres.
En el “ocultamiento” que denuncia Cermi Mujeres, cobra también importancia el VIH. Desde Latinoamérica, una mujer con discapacidad superviviente al VIH. Afirma que siente “discriminación y rechazo en su centro de trabajo.
“Vivimos en una sociedad con una importante marginación, pero de esta situación no se habla, y la pandemia ha generado todavía muchas más dificultades, porque no hay suficientes retrovirales”, afirma esta mujer, quien señala que “en la vida hay que luchar y todo es posible”.