La Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado un texto doctrinal en el que denuncia la eutanasia como «un acto homicida que ningún fin puede legitimar» y acusa a los Estados que la aprueban de «deformar la conciencia» en un momento en el que en España se está tramitando un proyecto de ley que aprueba la muerte digna.
«La eutanasia es un acto homicida que ningún fin puede legitimar y que no tolera ninguna forma de complicidad o colaboración, activa o pasiva. Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. Ellacusa a los Estados que la aprueban de «deformar la conciencia»os son también culpables de escándalo porque tales leyes contribuyen a deformar la conciencia, también la de los fieles», señala este organismo del Vaticano que preside el cardenal jesuita español Luis Ladaria.
«Son gravemente injustas, por tanto, las leyes que legalizan la eutanasia o aquellas que justifican el suicidio y la ayuda al mismo, por el falso derecho de elegir una muerte definida inapropiadamente digna solo porque ha sido elegida», agrega el documento. Para el Vaticano estas leyes «golpean el fundamento del orden jurídico» del derecho a la vida y llegan a herir «profundamente» las relaciones humanas y la justicia al tiempo que «amenazan la confianza mutua entre los hombres».
La carta, publicada este martes, busca dar respuesta a las legislaciones nacionales que legitiman el suicidio asistido y la eutanasia voluntaria, con una específica referencia a cuantos trabajan o se recuperan dentro de los hospitales, también en los hospitales católicos.
Así, evidencia la necesidad de reafirmar como enseñanza definitiva de la Iglesia católica que la eutanasia es «un crimen contra la vida humana porque, con tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano inocente».
«El suicidio asistido aumenta la gravedad, porque hace partícipe a otro de la propia desesperación, induciéndolo a no dirigir la voluntad hacia el misterio de Dios, a través de la virtud moral de la esperanza, y como consecuencia a no reconocer el verdadero valor de la vida y a romper la alianza que constituye la familia humana», señala el texto.
De este modo, hace hincapié en que «ayudar al suicida» es una «colaboración indebida a un acto ilícito, que contradice la relación teologal con Dios y la relación moral que une a los hombres para que compartan el don de la vida y sean copartícipes del sentido de la propia existencia». «Tales prácticas no son nunca una ayuda auténtica al enfermo, sino una ayuda a morir», sentencia el Vaticano.
En el texto se da cuenta de que la Iglesia afirma «la licitud de la sedación» como parte de los cuidados que se ofrecen al paciente que, en la medida de lo posible, debe aplicarse «con el consentimiento informado del paciente». Asimismo, dedica un espacio a la objeción de conciencia por parte de los agentes sanitarios y de las instituciones sanitarias católicas que señala una decisión que se toma en virtud del derecho fundamental a la vida y no como «una concepción religiosa privada».
El Vaticano insiste en que cualquier acción que no corresponda a la finalidad y a los valores a los cuales las instituciones católicas se inspiran, no solo no «éticamente aceptable» sino que es incompatible con la «atribución de la calificación de ‘católica’, a la misma institución sanitaria.
A este respecto deja claro que no es «éticamente admisible» una «colaboración institucional con otras estructuras hospitalarias hacia las que orientar y dirigir a las personas que piden la eutanasia». «Semejantes elecciones no pueden ser moralmente admitidas ni apoyadas en su realización concreta, aunque sean legalmente posibles», zanja el documento.
En el documento también se hace hincapié en el «uso equívoco» del concepto de «muerte digna» en relación con el de «calidad de vida» que para el Vaticano está ligado a una «perspectiva antropológica utilitarista». «El valor inviolable de la vida es una verdad básica de la ley moral natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico. Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser humano, aunque este lo pida», remarca.
También resalta la errónea comprensión de la «compasión» que existe en las sociedades que ante un sufrimiento calificado como «insoportable» justifican «el final de la vida del paciente en nombre de la compasión». Sin embargo, para la Iglesia católica «suprimir un enfermo» que pide la eutanasia «no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla, sino al contrario significa desconocer el valor de su libertad».
Así también señala el «individualismo creciente» que induce a ver a los otros como un «límite y amenaza de la propia libertad. «El concepto de bien se reduce así a ser el resultado de un acuerdo social: cada uno recibe los cuidados y la asistencia que la autonomía o la utilidad social o económica hacen posible o conveniente», denuncia el Vaticano.
Para la Congregación de la Doctrina de la Fe una sociedad se merece la calificación de «civil» solo si «desarrolla los anticuerpos contra la cultura del descarte. «En algunos países del mundo, decenas de miles de personas ya han muerto por eutanasia, muchas de ellas porque se quejaban de sufrimientos psicológicos o depresión. Son frecuentes los abusos denunciados por los mismos médicos sobre la supresión de la vida de personas que jamás habrían deseado para sí la aplicación de la eutanasia. De hecho, la petición de la muerte en muchos casos es un síntoma mismo de la enfermedad, agravado por el aislamiento y por el desánimo. La Iglesia ve en esta dificultad una ocasión para la purificación espiritual, que profundiza la esperanza, haciendo que se convierta en verdaderamente teologal, focalizada en Dios, y solo en Dios», denuncian desde el Vaticano.
Para el organismo que preside Ladaria está claro que los factores que más determinan la petición de eutanasia y suicidio asistido son «el dolor no gestionado y la falta de esperanza, humana y teologal, inducida también por una atención, humana, psicológica y espiritual a menudo inadecuada por parte de quien se hace cargo del enfermo».