Los adolescentes ven pornografía por primera vez a los 12 años y casi 7 de cada 10 (el 68,2%) consumen estos contenidos sexuales de forma frecuente. Este consumo se produce en la intimidad (93,9%), a través del teléfono móvil, y se centra en contenidos gratuitos online (98,5%), basados de manera mayoritaria en la violencia y la desigualdad.
Así lo revela el informe ‘(Des)información sexual: pornografía y adolescencia’ que ha elaborado Save the Children para estudiar el consumo de contenidos sexuales entre la población adolescente y el impacto que estos tienen en sus relaciones y su desarrollo. Además, el estudio recoge una serie de recomendaciones sobre cómo abordar la sexualidad para las familias, los profesionales de la educación y de la salud y la propia población adolescente. La organización ha elaborado también una guía específica para padres y madres.
En total, el informe ha contado con la participación de 1.753 jóvenes de entre 13 y 17 años, que han respondido a una encuesta y participado en diferentes talleres. El análisis se ha hecho con enfoque de género y diversidad para conocer si el consumo y la percepción de lo que ven varía según el género, las preferencias sexuales o si el colectivo LGTBI se siente representado.
Según este estudio, las relaciones en grupo entre compañeros son clave en la iniciación al consumo: el 51,2%, accede mediante el intercambio entre sus amistades de fotos, vídeos por WhatsApp o redes sociales. Pero también se dan otras realidades: para un 28,5% -principalmente chicos-, la primera toma de contacto responde a una búsqueda activa, mientras que un 17,4% -en su mayoría chicas-, se ha encontrado con estos contenidos de forma accidental mientras navegaba por Internet. Para el 30% de los adolescentes la pornografía es el único recurso para aprender sobre sexualidad y casi la mitad de las personas encuestadas echa en falta tener más información sobre cuestiones afectivo-sexuales.
El estudio también revela que el 54,1% de los adolescentes, en su mayoría los chicos, cree que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que ha visto. El 47,4% de los adolescentes que ha visto contenido pornográfico ha llevado alguna escena a la práctica.
En relación a este último punto, Save the Children considera especialmente preocupante que, cuando intentan imitar lo que ven, no siempre solicitan consentimiento previo a su pareja. El 12,2% de los chicos lo ha hecho sin el consentimiento explícito de la pareja y sin que a esta le haya parecido bien, frente al 6,3% de las chicas.
«Si tú estás así normalito y te ponen un vídeo en el que están azotando a una pava pues eso es lo que te va a poner cachondo», asegura uno de los adolescentes que ha participado en el estudio. Otro de los jóvenes admite «a lo mejor uno no se da cuenta, pero está denigrando a una mujer por querer hacer lo que está viendo».
Por ello, la directora de Políticas de Infancia y Sensibilización de Save the Children, Catalina Perazzo, sostiene que «sin una educación afectivo-sexual incluida en el currículo y ante un mundo tecnológico lleno de posibilidades, la pornografía se ha convertido en profesora y consultorio de sexualidad para adolescentes».
En su opinión, «el peligro no es que vean pornografía, sino que su deseo sexual se esté construyendo sobre unos cimientos irreales, violentos y desiguales propios de la ficción. También es peligroso que crean que su consentimiento, sus deseos y preferencias, o los del resto, no tienen por qué ser tenidos en consideración», ha indicado Perazzo.
Unas manifestaciones que los propios adolescentes confirman. «El problema de la pornografía es que asimilamos que esa es la realidad. Apenas nos dan charlas de educación sexual, sino más bien charlas de prevención a una edad en la que para la mayoría de nosotros llegan tarde. Nos basamos en el porno porque es el único referente que tenemos de contenido sexual explícito. No hay nadie que, antes de que accedamos a ese contenido, nos cuente que el sexo no es eso que vemos. La pornografía no es educación, pero es lo único a lo que nos podemos aferrar y lo que tratamos de imitar», ha explicado otro joven.