La integración de Bankia en CaixaBank ya ha dado el pistoletazo de salida tras la aprobación del Proyecto Común de Fusión entre ambas, si bien este proceso derivará en la desaparición de la marca de la entidad absorbida, la cual nació hace casi una década como resultado de la integración de siete cajas.
Aunque su actual presidente, José Ignacio Goirigolzarri, ha reconocido que le dará «mucha pena» la desaparición de la marca Bankia, se trata de un nombre que aún no ha podido desprenderse al completo de las connotaciones negativas que se le atribuyeron tras la supuesta estafa a inversores que se produjo en su salida a Bolsa en julio de 2011, una operación liderada por Rodrigo Rato.
El ‘caso Bankia’, cuya sentencia se espera pronto, tiene sus antecedentes en enero de 2010, cuando Rato recibió el apoyo para convertirse en el nuevo presidente de la entidad, que derivaría en su salida a Bolsa un año y medio después. Sin embargo, más tarde, se alertaría por parte del Banco de España de que sus cuentas no reflejaban la imagen fiel en el momento de su debut, lo que desató una oleada de demandas de inversores que participaron en la OPS.
Además, cabe recordar que, con el fin de reflotar Bankia, el Estado inyectó 22.424 millones de euros en 2013, de los que solamente ha recuperado 2.864 millones de euros (el 12,77% del total) con la venta de sendos paquetes del 7,5% y el 7% en 2014 y en 2017, más 741 millones pagados en dividendos, a los que el banco añade cerca de 5.000 millones devueltos a preferentistas y minoristas de la salida a bolsa del 2011.
Estas circunstancias lastraron fuertemente la reputación del banco, aunque Goirigolzarri ha destacado el esfuerzo realizado por su equipo durante los últimos años para revitalizarla. En opinión del banquero, los trabajos han sido tan importantes que, si se analizan las estadísticas de aceptación de marca, el de Bankia podría ser un «caso Harvard».
Dicho esto, ha admitido que todavía mantiene connotaciones negativas derivadas del pasado y que, por eso, desaparecerá en el momento en que el nuevo grupo combinado se conforme como banco jurídicamente. Mientras tanto, convivirán ambos nombres y, de hecho, por lo menos durante los próximos seis meses, seguirán compitiendo en el mercado como si no existiera un proyecto común de fusión.
En el lado opuesto se situaría la marca CaixaBank, que está «mucho más asentada». Igualmente, ambas entidades son conscientes de que el coste del cambio de una marca como Bankia es «más discreto», mientras que incorporar cualquier cambio a CaixaBank para rememorar de alguna manera la idea de Bankia sería «costosísimo», según Goirigolzarri.
Pero además, Bankia cuenta con otras razones que le han llevado a aceptar a la entidad de origen catalán como compañero de viaje. En este sentido, considera positivas las sinergias que se producen desde el punto de vista de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) con la Fundación ‘La Caixa’ al compartir nombre con el banco, al tiempo que la cuota de mercado es muy superior y que los valores entre ambas son comunes, entre otros.
El canje de acciones establecido implica que CaixaBank representará inicialmente el 74,2% del capital de la nueva entidad, mientras que Bankia tendrá el 25,8% restante. Con esta distribución, CriteriaCaixa, entidad controlada al 100% por la Fundación Bancaria ‘la Caixa’, se mantendrá como accionista de referencia de la nueva CaixaBank con alrededor del 30% del accionariado, mientras que el FROB –el Estado– alcanzará el 16,1%.
Este escenario conlleva que el peso de Bankia sea menor en el consejo de administración del nuevo grupo, que estará presidido por Goirigolzarri con funciones limitadas, mientras que el consejero delegado será Gonzalo Gortázar, que se convertirá en el primer ejecutivo y llevará la línea de mando.
En cualquier caso, Goirigolzarri no cuenta con ningún compromiso para continuar en el nuevo CaixaBank, aunque personalmente se siente en la obligación de involucrarse en este proyecto, tal y como han querido también los accionistas. Cuando entiendan que ya no es de utilidad, el directivo tiene claro que se irá a su casa «encantado».
Sus funciones no serán como las de un presidente ejecutivo al uso, sino que su papel será el de apoyar la gestión de Gortázar y contar con las herramientas para ayudar al consejo en su labor de supervisión. Estará al frente de la secretaría del consejo, el área de comunicación y los temas de auditoría.