Una investigación dirigida por ecólogos de la Universidad de Toronto, en Canadá, que examina la contaminación plástica que llega a los océanos, ríos y lagos de todo el mundo anualmente, describe los impactos potenciales de varias estrategias de mitigación durante la próxima década y hace sonar la voz de alarma en la revista ‘Science’.
Los investigadores estiman la escala de la respuesta humana necesaria para reducir las emisiones futuras y gestionar lo que ya está flotando y recomiendan un cambio fundamental hacia un marco basado en el reciclaje donde los productos plásticos al final de su vida útil se valoran en lugar de convertirse en residuos.
Los ecologistas que estudian la prevalencia de la contaminación plástica en los ecosistemas acuáticos de todo el mundo están preocupados después de medir la escala de la respuesta humana necesaria para reducir las emisiones futuras y gestionar lo que ya está flotando por ahí.
A menos que se detenga el crecimiento en la producción y el uso de plástico, es esencial una transformación fundamental de la economía del plástico a un marco basado en el reciclaje, donde los productos plásticos al final de su vida útil se valoran en lugar de convertirse en desechos», dice Chelsea Rochman, profesora asistente en el Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Toronto y autora principal del estudio que describe el ritmo acelerado con el que las emisiones de plástico ingresan a las vías fluviales de la Tierra anualmente.
«Incluso si los gobiernos de todo el mundo cumplen sus ambiciosos compromisos globales y otros países se unen a esos esfuerzos para frenar la contaminación plástica, las emisiones anuales mundiales a ríos, lagos y océanos podrían llegar a 53 millones de toneladas métricas para el año 2030 –apunta Stephanie Borrelle, becaria posdoctoral en la Universidad de Toronto y autora principal del estudio–. Eso está mucho más allá de la cantidad de 8 millones de toneladas métricas que se declaró inaceptable en 2015».
La investigación de un grupo internacional de expertos liderado por Rochman y Borrelle, consistió en una evaluación del nivel de esfuerzo necesario para lograr un objetivo de reducción global de contaminación plástica de menos de 8 millones de toneladas métricas (TM).
El grupo estimó primero que entre 24 y 34 millones de TM de emisiones de plástico ingresan actualmente a los ecosistemas acuáticos cada año. Luego modelaron escenarios futuros utilizando estrategias de mitigación existentes: reducción de la producción de desechos plásticos (que incluye prohibiciones), mejora de la gestión de los desechos plásticos que se producen y recuperación continua (es decir, limpieza) del medio ambiente.
Los investigadores encontraron que incluso con esfuerzos paralelos en las tres soluciones, el nivel de esfuerzo requerido dentro de cada una es enorme: una reducción del 25% al 40% en la producción de plástico en todas las economías; aumento del nivel de recolección y manejo de desechos al menos al 60% en todas las economías, con un cambio del 6 al 60% en las economías de bajos ingresos, y recuperación del 40% de las emisiones anuales de plástico a través de esfuerzos de limpieza.
«Para poner ese último número en el poder de la gente, la limpieza por sí sola requeriría que al menos 1.000 millones de personas participaran en la Limpieza Costera Internacional anual de Ocean Conservancy –apunta Borrelle–. Esta sería una tarea hercúlea dado que es 660 veces el esfuerzo de la limpieza del 2019″.
Los investigadores señalan, sin embargo, que incluso si se realiza el esfuerzo prescrito, el mundo permanece encerrado en un futuro plástico inaceptable.
«La comunidad mundial debe coordinar una transformación fundamental de la economía de los plásticos, una que reduzca la cantidad de producción de plástico virgen y reinvente la forma en que usamos y desechamos los materiales plásticos», dice Rochman.