Xbox, la división de videojuegos de Microsoft, ha presentado ya su nueva generación de consolas, integrada por dos modelos: Xbox Series X, el nuevo dispositivo insignia de la marca, y Xbox Series S, una versión básica de tamaño reducido.
Ambas consolas, que se lanzarán el próximo 10 de noviembre, comparten una buena cantidad de características técnicas, pero también presentan importantes diferencias que conviene tener en cuenta a la hora de elegir.
PARECIDOS: CPU Y RETROCOMPATIBILIDAD
Ambas consolas emplean la misma CPU, un procesador personalizado desarrollado por el fabricante AMD que hará uso de las arquitecturas Zen 2 y RDNA 2, como Xbox ha ido anunciando durante los últimos meses. La potencia máxima varía ligeramente, de 3,8 a 3,6GHz en Series X, a los 3,6 a 3,4GHz de Series S.
La otra característica destacada por Xbox en ambos modelos de su nueva generación de consolas es la retrocompatibilidad con los videojuegos de las tres familias de consolas anteriores: Xbox One, Xbox 360 y la Xbox original.
En su interior, ambas consolas comparten también las principales tecnologías, como es el caso de las tasas de sombreado y de refresco variables. En lugar de utilizar ciclos completos para cada píxel en la pantalla, la unidad gráfica (GPU) puede priorizar efectos concretos en personajes u objetos especialmente relevantes en el videojuego.
A esto se añade el trazado de rayos, desarrollado por DirectX. Este sistema, común en ambas consolas, proporcionará «iluminación realista», asegurando «reflejos precisos y acústica realista en tiempo real», según el director de Xbox, Phil Spencer.
JUEGO A 120FPS Y SIN PANTALLAS DE CARGA
Los parecidos entre las consolas no acaban aquí y hay que añadir Quick Resume, una característica con la que los jugadores podrán retomar la partida de varios videojuegos en el punto donde la dejaron «de forma casi instantánea» desde una consola suspendida, suprimiendo las pantallas de carga.
La nueva generación aumenta también la tasa de fotogramas por segundo (fps) con respecto a la anterior Xbox One, y de 60 pasa a 120fps, lo que permite una imagen y unos movimientos más fluidos.
Además, ambas Xbox cuentan con unidades de almacenamiento en estado sólido (SSD), así como señal de latencia dinámica para comunicar a la consola con los mandos -para proporcionar «sincronización de señal inmediata»- y puertos con el estándar HDMI 2.1, que permiten un modo de latencia baja automático y tasas de refresco variables.
DIFERENCIAS: PRECIO Y TAMAÑO
El precio y el tamaño son quizá las mayores diferencias entre los dos nuevos modelos de Xbox. Series X, el buque insignia, se pondrá a la venta por 499 euros, mientras que Xbox Series S tendrá un precio más económico de 299 euros.
El tamaño es una gran diferencia entre ambas consolas, ya que la nueva Xbox Series S es un 60 por ciento más pequeña que su hermana mayor, Series X, con dimensiones de 301mm x 151mm x 151mm.
El diseño del modelo económico es rectangular y en color blanco, con un círculo negro en la parte frontal, mientras que series X apuesta por un diseño industrial en color negro, más cuadrado, con celdas en la parte superior.
RESOLUCIÓN Y RANURA DE DISCOS
Entre las mayores diferencias entre las consolas, Xbox Series X mantiene la ranura de disco para jugar a videojuegos físicos, mientras que Series S la suprime y solamente permite jugar a títulos en formato digital, o mediante suscripciones como Game Pass Ultimate.
La resolución máxima que pueden alcanzar ambas consolas también es diferente, y mientras Xbox Series X permite jugar a videojuegos en 4K, Series S se queda en los 1440p, y solo admite 4K mediante reescalado.
GPU, RAM Y RANURA DE DISCOS
El chip AMD de Xbox Series X permitirá una potencia de procesamiento cuatro veces superior a la de su predecesora Xbox One, y habilitará a los desarrolladores una potencia gráfica de 12,15 teraflops (unidad que equivale a un billón de operaciones de coma flotante por segundo), dos veces mayor que la Xbox One X y ocho veces más que la Xbox One original.
Como recoge Xbox en su web oficial, el rendimiento gráfico en Xbox Series S se reduce considerablemente, hasta los 4 teraflops, debido al uso de una GPU que, aunque con la misma arquitectura RDNA 2, tiene 20 unidades de cómputo (CU), frente a las 52 de Series X.
Otra diferencia en la memoria RAM de ambas consolas que, aunque en ambos casos es GDDR6, pasa de los 16GB de Xbox Series X a los 10GB de la variante Series S.
El ancho de banda de ambas consolas también es sustancialmente diferente. De los 10GB de máximo o 6GB de mínimo de Xbox Series X, que permiten de 560 a 336GB/s, la versión más económica se quedan en 8GB o 2GB, de 224 a 56 GB/s.
El almacenamiento interno también cambia, de los 512GB de Series S a 1TB en Series X. Ambas, eso sí, pueden extenderse a través de memorias externas con 1TB más de almacenamiento adicional.
Por todo ello, los jugadores que quieran pasarse a la nueva generación de consolas tendrán que valorar si prefieren la potencia gráfica de Series X -mayor incluso que la de su rival PlayStation 5- o el formato más pequeño, económico y sin disco de Series S.