- En Morata venden cerca de 60.000 kilos de palmeritas de chocolate cada año
- Las palmeritas son jugosas, remojadas en almíbar, y recubiertas de fondant
- Se venden en lugares como Estados Unidos o Japón
Morata de Tajuña, hasta hace unos años, era prácticamente desconocido. Sin prácticamente turismo y con un envejecimiento de la población cada vez más acusado, decidió darle la vuelta a la economía. Y lo hizo de la forma más dulce posible: gracias a las palmeritas de chocolate. Este pueblo de menos de 7.000 habitantes situado a apenas 30 kilómetros de Madrid ha revolucionado no solo el mercado nacional, sino que conquistado el paladar de los golosos de lugares tan lejanos como Estados Unidos y Japón. Tal es su fama que han encandilado hasta al mismísimo Paco Torreblanca y a la reina emérita Sofía.
No es para menos: son jugosas, sedosas y untuosas. Todo un capricho, que supera los mejores recuerdos de nuestra infancia. La mayoría de las palmeras son, y han sido, secas. Todo contrario a lo que sucede en Morata: son pequeñas, sí, pero más amalgamadas por el almíbar en el que está bañado su hojaldre, mucho más tierno. Hay coberturas para todos los gustos: chocolate con leche, fondant, blanco, rellenas de nata… Buena prueba de su calidad son las colas que se forman en la puerta de cada una de las seis pastelerías del pueblo los domingos por la mañana.
Aunque la fama es moderna, el producto no lo es tanto. Corría el año 1958 cuando el padre de Elena y Marisa Real, actuales propietarias de la Pastelería Real, abrió una panadería, en la que además de pan, vendieran algunos dulces, como los tradicionales mantecados. Unos años más tarde se atrevió con las palmeritas, que ahora dan fama al pueblo. Para prepararlas, sus herederos se levantan cada día a las seis de la mañana, siguiendo la receta tradicional y de manera artesanal. Nada menos que 40 kilos salen de su obrador cada tarde.
¿De quién es la receta?
Sin embargo, la historia no está exenta de polémica. En el mismo pueblo, se encuentra la Pastelería de La Torre, con más de 70 años de historia, y que ofrecen una versión más remojada en almíbar de estas famosas palmeritas. Aseguran que las de ellos son las originales, y en la misma caja afirman que son “las auténticas”. Bien es cierto que si de palmeras jugosas hablamos, las de este obrador se llevan la palma. No por ello han dejado de innovar: las venden hasta con glaseado de galleta Oreo. El I+D+I ha llegado a las palmeritas, bromean.
Tal es la fama de La Torre que las venden en prestigiosas pastelerías la capital como en Mantequerías Bravo (Ayala, 24), en la Pastelería Uria Hermanos (Mercado de Chamartín) y en Una España en la Mesa (Guzmán el Bueno, 82).
En el pueblo no se ponen de acuerdo sobre cuáles de ellas son las mejores. Hay quien prefiere el fondant más grueso y tierno de la Pastelería Real, aunque su masa no tenga tanto almíbar. Por el contrario, otros se decantan por las de La Torre, realmente jugosas y con una cubierta más ligera.
15 euros el kilo
Sea como sea, el éxito está avalado por los 60.000 kilos de palmeritas al año. Lo mejor, reconocen los consumidores, hojaldre que se deshace en la boca y deja un sabor a mantequilla con un toque almibarado. Y a 15 euros el kilo. Cuesta creer que la base solo lleve harina, azúcar, mantequilla, aceite de girasol y un pellizco de sal. Saber las proporciones ya es harina de otro costal. Cada obrador guarda el secreto como si su negocio dependiera de ello. Realmente, así es.
“Fuimos desde Guadalajara a Morata sólo para comprar los diferentes tipos de palmeras de chocolate… La Torre tiene un producto simplemente maravilloso. ¡¡¡Deliciosas!! Con un hojaldre un poco mojado por dentro y un chocolate crujiente muy rico. Hemos tenido una caja olvidada y pesar de haber pasado los días seguían estando buenísimas”, es una de las opiniones que se pueden leer en Tripadvisor.
Alternativa en los cumpleaños
No solo en Morata de Tajuña, sino en todos los pueblos de alrededor, se han convertido en la alternativa más habitual a la tarta tradicional en cumpleaños y otras celebraciones desde hace ya varios años. Tanto es así, que en las pastelerías de municipios aledaños es habitual que ofrezcan este manjar. Las compran, explican, directamente a los comercios de Morata y suele ser uno de los productos que se agotan más fácilmente.
Especialmente para estas ocasiones, y bajo demanda, pueden preparar una palmerita que no hace honor a su nombre en miniatura: pesa más de un kilo y se le pueden añadir dibujos personalizados. A pesar de la multitud de sabores, las de chocolate al 70% siguen siendo las más demandas, aunque las de chocolate con leche no se quedan atrás.
Feria anual
Desde hace tres años, se celebra durante un fin de semana, la Feria de la Palmerita y el Dulce de Morata de Tajuña, este año con destino incierto por el Covid-19. Desde 2017, esta feria convierte durante dos días a este pequeño pueblo en la capital de la pastelería de España. El trabajo que conlleva este evento gastronómico deja a los seis obradores de la localidad exhaustos. El ajetreo de la feria es indescriptible, “una locura, una burrada”, según dicen los propios pasteleros de la zona.
Para poner un ejemplo: De los 60.000 kilos de ese producto que se vendieron durante todo el 2018, unos 5.000 se despacharon durante la feria. Eso equivale a unos 115.000 de estos bollitos vendidos en apenas dos jornadas. Y eso sin contar una de 2,80 metros de ancho por 1,40 de alto que se ofrece en el centro de la plaza para que pueda degustarla todo el pueblo.
Eso sí, nada de sacrificar la calidad por satisfacer la demanda. Los pasteleros, artesanos y tradicionales, defienden que las palmeritas tienen que venderse «recién hechas», y se han negado siempre acudir a la feria con kilos de dulces producidos los días previos. Porque en Morata son unos puristas del chocolate que entienden que, aunque se estén introduciendo novedades, una buena palmerita debe ser artesanal y tiene que haberse horneado en el día.
Mientras la receta sea un secreto, habrá que seguir recorriendo la A-3 para probar ese manjar que, aunque puede degustarse en apenas uno o dos bocados, ha conquistado a toda la región y ha traspasado fronteras en toda una ‘revolución’ pastelera.