Los jugadores y jugadoras que acudan a finales de agosto a participar en el Abierto de los Estados Unidos deberán someterse a un test de coronavirus antes de viajar al país y luego serán controlados una o dos veces por semana, según el protocolo sanitario que tienen previsto los organizadores.
De este modo, parece ser que los participantes en el segundo ‘Grand Slam’ del año, que se jugará del 31 de agosto al 13 de septiembre, no deberán confinarse durante 15 días cuando lleguen a los Estados Unidos, aunque sí deberán viajar, por sus propios medios, con una prueba negativa.
TEST OBLIGATORIO
Además, durante la competición, este protocolo, recogido por varios medios y en las redes sociales, «la frecuencia» de someterse a nuevos test, será de «uno o dos a la semana», aunque todo quedará sujeto a lo que dictaminen las autoridades sanitarias. Lo que será diario serán las tomas de temperatura. Si un jugador o jugadora «da positivo o muestra síntomas» se procederá a su confinamiento y seguirá las pautas de las autoridades.
Igualmente, los participantes tendrán que portar durante su estancia la mascarilla obligatoria salvo en entrenamientos y partidos, y para todos la organización dispondrá de dos habitaciones en el hotel, aunque la Federación Estadounidense de Tenis (USTA), sólo correrá con los gastos de una. También existirá la opción de, como sucede en Wimbledon, de alquilar un apartamento a las afueras de Manhattan, que también será pagado exclusivamente por su ocupante.
A nivel deportivo, la organización del ‘grande’ estadounidense mantendrá los 124 jugadores del cuadro principal, pero ha eliminado la fase previa, al igual que para los dobles, que además se reducirán de 64 a 32 parejas.