El FC Barcelona quiere mantener la Liga con vida hasta la última jornada después de vencer al Real Valladolid este sábado (0-1) gracias a un solitario tanto de Arturo Vidal a los 15 minutos, el único que fue capaz de resolver el crucigrama que planteó el conjunto pucelano, que tuvo sus opciones de empatar en la segunda mitad.
Los pupilos de Quique Setién se resisten a tirar la toalla. Es la tercera victoria consecutiva, aunque no tuvo el brillo de La Cerámica, pero tan válida como aquella para dejar la vela encendia. Fue un partido donde Ter Stegen volvió a reclamar los focos y donde Griezmann se terminó de enterrar. El francés, que falló una clara ocasión a los 20 minutos, fue sustituido en el descanso.
El Barça empezó dominando, con el manejo del joven Riqui Puig, un perfecto arquitecto en tres cuartos de campo, y con cierta alegría en los metros finales. A su lado, Arturo Vidal, el más efectivo y con una excelente hoja de servicios. El chileno fue quien logró el único gol del partido con un zapatazo desde dentro del área que antes de entrar impactó en la madera. Su octavo tanto en esta Liga.
Vidal recibió el pase de Messi, otro buen socio de Riqui Puig, el mejor posible, e incluso Semedo ganó protagonismo haciendo de la banda derecha una auténtica autopista. El portugués hizo lo que quiso por su carril, sobre todo en la primera media hora, ayudado por la lesión de su marca: Raúl García Carnero, que acabaó sustituido antes de alcanzar la media hora del choque.
El Valladolid no estuvo mal, fue creciendo con el paso de los minutos, pero no supo aprovechar las ocasiones que dispuso. En la primera mitad, la más clara fue del canterano Kike Pérez, al que se le nubló la portería en un mano a mano con Ter Stegen; y en la segunda parte se amplió la nómina de oportunidades para el combinado pucelano, que se definió por su valentía.
Kike lo intentó desde la frontal con un disparo con el interior de su zurda y Enes Unal probó fortuna con un testarazo que obligó a Ter Stegen a sacar una mano prodigiosa. Una parada de foto. Fueron los peores momentos de un Barça que había perdido por completo el balón y tuvo que recurrir a la pelota parada para sacar la cabeza en el Municipal de Zorrila.