Todos los que tenemos una edad recordamos, seguramente, qué hacíamos la mañana del 31 de agosto de 1997, cuando recibimos la noticia de la inesperada muerte de Diana de Gales. Un jarro de agua fría para todos los que, sin conocerla, habíamos llegado a quererla y a admirarla. Y es que la conocida como Lady Di se ganó, gracias a su dulzura, su magnetismo y su bondad, un trocito de nuestros corazones, que no han encontrado todavía sustituta 23 años después.
Por eso, quizás, su muerte nos causó tanto impacto. Justo cuando recuperaba la felicidad al lado del multimillonario Dodi Al Fayed, de quien se había enamorado semanas antes y con quien estaba viviendo su verano más especial, un accidente de coche acababa con la vida de los enamorados. Diana y su novio, casualidades de la vida, huían de los paparazzi cuando la medianoche del 30 de agosto de 1997 sufrieron un fatal siniestro a causa del exceso de velocidad en el Túnel de L’Alma, en París. Tres horas después, Lady Di fallecía dejando al mundo conmocionado.
Mucho se ha especulado con el fatal accidente y, 23 años después, no son pocas las voces que aseguran que se trató de una conspiración para acabar con la vida de la madre de Enrique y Guillermo de Inglaterra, que tantos quebraderos causaba a la Corona Británica desde su divorcio del Principe Carlos.
Sea como sea, su trágica muerte convirtió a Diana Spencer en un mito. Guapa, elegante, dulce, sofisticada, solidaria y sobre, todo, una madraza que se desvivió a lo largo de su vida por hacer felices a sus dos hijos. Sin suerte en el amor, Lady Di se ganó la simpatía de todos cuando su marido, el Principe de Gales, la engañó con Camilla Parker Bowles, dejándola sumida en una tristeza que acompañaría a sus ojos a partir de ese momento.
23 años después, las cosas han cambiado mucho. El Principe Carlos y Camilla, ya Duquesa de Cornualles, forman un matrimonio sólido y enamorado. Sus hijos, que eran tan sólo unos niños cuando Diana falleció, se han convertido en dos atractivos jóvenes cuya relación no atraviesa por su mejor momento. Y es que mientras que Guillermo, casado con Kate Middleton, representa a Inglaterra de modo intachable como heredero a la Corona, Enrique ha optado por la libertad. Y tras su matrimonio con la actriz Megan Markle y el nacimiento de su primer hijo, Archie, ha renunciado a sus títulos reales y, apostando por la felicidad, se ha ido a vivir con su familia a Estados Unidos. Quién sabe si las cosas hubiesen sido así de seguir Lady Di viva. Por desgracia, nunca lo averiguaremos, y el 31 de agosto de 1997 quedará para siempre grabado en nuestra memoria.