Tenía yo un compañero en el colegio que, con mucha elegancia, explicaba sus buenas notas en los exámenes diciendo que utilizaba “la enciclopedia de bolsillo”. ¿Enciclopedia de bolsillo? “Claro, esta”, y se sacaba del cinturón un diminuto rectángulo de papel en el que, con letra minúscula, había copiado dos o tres unidades. Las chuletas y el copioteo son unos de los recuerdos más tiernos que guardamos de nuestra etapa escolar.
Existen chuletas y técnicas para copiar para todos los gustos y situaciones. Las hay o menos sofisticadas, las clásicas de toda la vida y las que se apoyan en las nuevas tecnologías. Pero de lo que podemos estar seguros es de que, por más tiempo que pase, por más medidas de control que haya, por más amenazas de castigo, siempre habrá alumnos que copien. La chuleta forma parte de esa rebelión instintiva del adolescente contra el mundo y sus prioridades. ¿Estudiar yo para el examen de mañana? Mejor me hago una chuleta y así puedo quedar con la novia esta tarde.
Aún quedan unos meses para los exámenes. De hecho, no podemos saber si este año habrá exámenes tal y como los conocíamos. En cualquier caso, siempre hay varios trucos que merecen ser tenidos en cuenta para bordarlo en un examen.
4La ayuda de la tecnología
Para lo bueno o para lo malo. Hay tecnologías y aplicaciones para todo. Y copiar no iba a ser una excepción. Es bien conocida la web Chuletator, que nos permite comprimir un texto en muy poco espacio e imprimirlo luego. La web dispone también de plantillas predefinidas para hojas de papel o incluso para generar etiquetas que aparentan ser de ciertos productos: etiquetas de una botella de coca-cola, fontvella o típex.
En caso de que tengas un cómplice dispuesto a ayudarte, entonces puedes recurrir a la técnica del pinganillo. Te compras por Internet un pinganillo minúsculo, que no se vea en la oreja. Te compras un micrófono, a ser posible inalámbrico, para colocarte en la muñeca, bien disimulado en el puño de la camisa. Y llamas a tu cómplice, en casa o en la cafetería con los apuntes. Le susurras las preguntas al micrófono y él te irá dictando.
El método es casi infalible, pero tiene sus inconvenientes. En primer lugar, el desembolso de dinero y la necesidad de una segunda persona en el ajo. Los pinganillos tan pequeños pueden dar problemas, y sacárselo de la oreja tras el examen puede llevarte un buen rato. Además, en los institutos y universidades no se chupan el dedo. Ya hay exámenes en los que se utiliza un inhibidor de frecuencia para evitar estas prácticas.