Mascarillas: todos los errores que cometes al llevarlas

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Las mascarillas han venido para quedarse. Por más que nos cueste admitirlo. Por poco que nos guste. Por más que incomode. ¿Quién no recuerda cómo, hace siete u ocho meses, el que llevaba una por la calle era visto como un loco o un excéntrico? Ahora el raro, y al que se mira mal, es al que no la lleva. La mascarilla da calor, dificulta la respiración, molesta a los que llevan barba, descorre el maquillaje, hace que duelan las orejas…y, sobre todo, puede salvar vidas.

Pero no vale todo con la mascarilla. Conviene saber, en primer lugar, que llevar mascarilla no nos garantiza estar a salvo del virus. Aunque sí que reduce notablemente las posibilidades de contagiarse. Y para que así sea, es fundamental colocársela correctamente y ser cuidadosos con su higiene. Todos hemos visto a gente por la calle con la nariz fuera de la mascarilla. O nos hemos guardado la mascarilla en el bolsillo haciéndola una tropa. O la hemos tirado de cualquier manera sobre la mesa del bar. Y no, así no.

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¿Cómo guardamos la mascarilla?

Todo es más o menos fácil mientras llevamos la mascarilla puesto pero al quitárnosla, ¿qué? Todos hemos visto mascarillas encima de las mesas de los bares, mascarillas en el bolsillo del pantalón, en el bolso, arrugadas en la mano…Todo mal.

Cuando nos la quitamos, al llegar a casa, lo ideal es guardarla en un sobre de papel o en una bolsa de plástico con cierre hermético, como las que se usan para congelar comida. De este modo, nos aseguramos de que esté aislada del medio y se mantenga limpia.

Es decir, que, aparte de llevar a todos lados la mascarilla, debemos tener con nosotros un sobre o una bolsa para que no se contamine nada más quitárnosla.

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