Las mascarillas han venido para quedarse. Por más que nos cueste admitirlo. Por poco que nos guste. Por más que incomode. ¿Quién no recuerda cómo, hace siete u ocho meses, el que llevaba una por la calle era visto como un loco o un excéntrico? Ahora el raro, y al que se mira mal, es al que no la lleva. La mascarilla da calor, dificulta la respiración, molesta a los que llevan barba, descorre el maquillaje, hace que duelan las orejas…y, sobre todo, puede salvar vidas.
Pero no vale todo con la mascarilla. Conviene saber, en primer lugar, que llevar mascarilla no nos garantiza estar a salvo del virus. Aunque sí que reduce notablemente las posibilidades de contagiarse. Y para que así sea, es fundamental colocársela correctamente y ser cuidadosos con su higiene. Todos hemos visto a gente por la calle con la nariz fuera de la mascarilla. O nos hemos guardado la mascarilla en el bolsillo haciéndola una tropa. O la hemos tirado de cualquier manera sobre la mesa del bar. Y no, así no.
4Usar siempre la misma mascarilla
Tal vez sea este uno de los errores más comunes y extendidos. ¿Cuánto tiempo tirar con una misma mascarilla? Hemos de tener en cuenta que, usadas más allá de su tiempo útil, las mascarillas se vuelven inservibles. E incluso peligrosas, pues pueden acumular bacterias dañinas para el organismo.
Haciendo caso a los consejos del Ministerio de Sanidad, las mascarillas quirúrgicas, higiénicas y EPI (esto es, FFP1, FFP2 y FFP3) no deberían usarse más de cuatro horas seguidas. Como mucho 8-12 si la usamos a intervalos.
Y esto no siempre es así, pues los sanitarios recomiendan deshacerse de inmediato de una mascarilla en caso de que se humedezca con sudor o saliva. También el sol puede dañar el tejido de la mascarilla y volverla inservible.