El palista granadino, que va camino de sus quintos Juegos, se revela como un gran guitarrista y un padrazo con las puertas de su casa abiertas a sus amigos.
Con cuatro Juegos Paralímpicos en su haber y 25 años en la élite, el palista Miguel Rodríguez vive, con el ojo oteando Tokio 2021, entre el tenis de mesa y la música, su otra gran pasión.
Con la ritmos rockeros en su mochila, el palista granadino es consciente de lo que significa estar en la máxima cita para un deportista. Y no quiere dejar pasar la oportunidad de estar en los de Tokio y, por qué no, conseguir una medalla. «Es la única que me falta. Tengo en Mundiales y Europeos, pero me falta la de unos Juegos. Trabajo, peleo y tengo la misma ilusión que el primer día».
No cabe duda de que el tenis de mesa es uno de los deportes que más éxitos ha reportado al deporte paralímpico español. Y así quiere seguir siendo. Rodríguez resalta, por encima de todo, la figura de Álvaro Valera, por su currículum y como referente nacional e internacional en esta disciplina.
«Para nosotros es un modelo a seguir, su trayectoria es impresionante, lo ha ganado todo. Con él me une una gran amistad, igual que con José Manuel Ruiz, que en Tokio cumplirá su séptima participación en unos Juegos. Ahí es nada».
En ese contexto, los viajes son una tónica predominante en los deportistas de alto nivel. Cierto es que la mayor parte de las veces no tienen ni tiempo para visitar los países y las ciudades a las que se desplazan. Pero en este caso, el palista andaluz nos hace referencia a una de ellas que le sorprendió. «Una visita que hicimos a Chicago aluciné con el frío que hacía. Eran 25 grados bajo cero. Fue tremendo, se me quedaban las manos pegadas a la silla de ruedas», recuerda en las redes sociales del Comité Paralímpico.