Una erupción masiva del volcán Okmok, en Alaska, enfrió durante dos años la antigua Roma pese a estar en el otro lado de la Tierra, según un estudio a partir de muestras de núcleos de hielo en el Ártico.
El estudio, publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, fue realizado por un equipo dirigido por Joe McConnell, del Instituto de Investigación del Desierto (Estados Unidos), el cual realizó un análisis de piroclasto o tefra (ceniza volcánica) que estaba en núcleos de hielo del Ártico y vinculó un periodo de clima extremo no explicado hasta ahora en el Mediterráneo con la erupción del volcán Okmok en el año 43 a.C.
En la época de la muerte de Julio César, en el año 44 a.C., las fuentes escritas describen un periodo de clima inusualmente frío, malas cosechas, hambruna, enfermedad y disturbios en la región mediterránea, impactos que contribuyeron al inicio de la caída de la República romana y de la dinastía ptolemaica en Egipto. Los historiadores han sospechado durante mucho tiempo que ello pudo deberse a un volcán, pero hasta ahora no se ha podido determinar dónde o cuándo se había producido una erupción.
«Encontrar evidencia de que un volcán al otro lado de la Tierra entró en erupción y contribuyó efectivamente a la desaparición de los romanos y los egipcios, y el surgimiento del Imperio romano es fascinante», apuntó McConnell, quien añade: «Ciertamente, muestra lo interconectado que estaba el mundo incluso hace 2.000 años».
NÚCLEOS DE HIELO
El descubrimiento se realizó inicialmente en un laboratorio del Instituto de Investigación del Desierto, cuando McConnell y Michael Sigl, del Centro Oeschger para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Berna (Suiza) se toparon con una capa de piroclasto inusualmente bien conservada en una muestra de núcleo de hielo y decidieron investigar.
Se realizaron nuevas mediciones en núcleos de hielo de Groenlandia y Rusia, algunos de los cuales fueron perforados en la década de 1990 y archivados en Estados Unidos, Dinamarca y Alemania. Con esas y anteriores mediciones, pudieron delinear claramente dos erupciones distintas: un episodio poderoso, pero de corta duración, relativamente localizado a principios del año 45 a.C., y otro mucho más grande y extendido a principios de 43 a.C., con precipitaciones volcánicas que duraron más de dos años en todos los registros del núcleo de hielo.
Luego, los investigadores realizaron un análisis geoquímico de las muestras de tefra de la segunda erupción encontrada en el hielo e hicieron coincidir los pequeños fragmentos con los de la erupción del Okmok en Alaska, una de las mayores producidas los últimos 2.500 años.
«Comparamos la huella dactilar química de la tefra encontrada en el hielo con la tefra de los volcanes que se cree que estallaron en ese momento y estaba muy claro que la fuente de la lluvia 43 BCE en el hielo fue la erupción del Okmok II», precisa Gill Plunkett, de la Universidad de Belfast (Irlanda del Norte).
El equipo de historiadores y científicos, junto con colegas de Alemania, Alaska, Irlanda, Reino Unido y Suiza, reunieron evidencias en todo el mundo, incluidos registros climáticos basados en anillos de árboles de Escandinavia, Austria y las Montañas Blancas de California, y los registros climáticos de un espeleotema (formaciones de cuevas) de la Cueva Shihua, al noreste de China.
Luego utilizaron el modelado del sistema de la Tierra para desarrollar una comprensión más completa del tiempo y la magnitud del vulcanismo durante este periodo y sus efectos sobre el clima y la historia.
ÉPOCA FRÍA
Según sus hallazgos, los dos años posteriores a la erupción del Okmok fueron algunos de los más fríos en el hemisferio norte durante los últimos 2.500 años y la década que siguió fue la cuarta más fría. Los modelos climáticos sugieren que las temperaturas promediadas estacionalmente pudieron haber sido de hasta 7°C por debajo de lo normal durante el verano y el otoño que siguieron a la erupción del Okmok en el año 43 a.C.
«En la región mediterránea, estas condiciones húmedas y extremadamente frías durante la primavera agrícola y las temporadas de otoño probablemente redujeron el rendimiento de los cultivos y agravaron los problemas de suministro durante los trastornos políticos en curso del periodo», apunta el arqueólogo clásico Andrew Wilson, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), quien apunta: «Estos hallazgos dan credibilidad a los informes de resfriados, hambrunas, escasez de alimentos y enfermedades descritas por fuentes antiguas».
Joe Manning, historiador de la Universidad de Yale (Estados Unidos), recalca que «particularmente sorprendente fue la gravedad de la falla de la inundación del Nilo en el momento de la erupción de Okmok, y la hambruna y la enfermedad que se informó en las fuentes egipcias». «Los efectos climáticos fueron un shock severo para una sociedad ya estresada en un momento crucial de la historia», subraya.
(SERVIMEDIA)