Está semana en “Firma invitada”, le hemos pedido a la directora de Funprodami, psicóloga especializada en atención a personas con discapacidad, que nos hable de su experiencia, y la de sus compañeros, durante el confinamiento. Estas son sus reflexiones:
Está claro que nada puede sustituir a un abrazo, un beso o una caricia, pero este confinamiento también nos ha enseñado a comunicarnos de otra manera, a llegar a los demás a través de nuestra voz, de palabras que ayudan, que tranquilizan y consuelan, y sobre todo palabras que nos transmiten la seguridad de que tenemos a alguien a nuestro lado.
Tal y como dijo Einstein “Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. En la vida hay infinidad de situaciones que hacen tambalear nuestro status o nuestra realidad más inmediata, sin embargo, está en nuestra mano utilizar estos hechos como una oportunidad, creer en nuestra resiliencia y salir fortalecidos de cada situación.
Y si algo nos ha dejado esta pandemia es un sinfín de oportunidades, oportunidad para dedicar tiempo “del bueno” a tus seres queridos, oportunidad de comunicar sentimientos, oportunidad de reinventarnos, oportunidad también de reflexionar y pensar en lo que hacemos en nuestras vidas, esas vidas tan atropelladas en el día a día y que de pronto una mañana reciben un brusco frenazo que te obliga a parar y cambiar de dirección.
En este sentido, me gustaría transmitir la experiencia que un grupo de profesionales y personas con discapacidad intelectual ligera hemos vivido en este tiempo. Ninguno pensó que esto podría ocurrir y al principio, como todo el mundo, que tampoco sería por mucho tiempo, así que a mediados de marzo, todo era novedoso, diferente e incluso divertido, pero a medida, que pasaban los días, y las malas noticias, tocaban a familiares, amigos y personas conocidas, los ánimos variaban, entrábamos como en una “montaña rusa” (es cómo la mayoría nos describían su estado de ánimo), con altibajos a la que nos teníamos que ir adaptando, respetando los tiempos de cada uno.
El tiempo nos fue enseñando a establecer nuevas rutinas, a comunicarnos de forma diferente, a acercarnos a esa otra vida que teníamos en nuestro entorno privado y que poco a poco se nos iba haciendo más presente. Comenzamos las videollamadas, los encuentros por zoom y nos poníamos cara de nuevo, esa cara de “estar en casa” con ropa de sport, pero sin duda nuestra imagen, nuestros gestos más personales y sobre todo esa expresión de inevitable alegría que produce el reencuentro con los demás. Esos momentos se fueron convirtiendo en algo especial, en una singular terapia en la que tienes la oportunidad de expresar tus miedos, tus emociones y hasta tus pequeños avances en la cocina o en el mundo de las manualidades.
Nos reinventamos haciendo yoga o teatro, habilidades sociales o gimnasia y hasta un divertido concurso: “con-cuarentena que quita las penas”. Todo un descubrimiento para los profesionales y usuarios, una nueva herramienta que sin duda ha llegado para quedarse y que nos ha ayudado y nos seguirá ayudando cuando haya crisis, distancia o simplemente ganas de contactar con el otro sin movernos de nuestra casa.
Así, este grupo de personas con discapacidad (por cierto, uno de los colectivos más olvidados en esta pandemia) ha seguido trabajando, manteniendo sus rutinas y sobre todo dándonos una LECCIÓN, demostrando estar a la altura, adaptarse a esta situación, quedarse en casa -algunos con situaciones verdaderamente complicadas- y tolerar incluso insultos por la calle, debido a la ignorancia o el desconocimiento que tenemos de muchas otras realidades cercanas a nosotros. Ojalá, esto nos ayude también a mirar a los demás al menos con la misma benevolencia y comprensión con la que nos vemos a nosotros mismos.
Al final descubres que los seres humanos tenemos muchas cosas que nos unen que las que nos diferencian, y sin embargo, nuestra sociedad en general sigue empeñada en poner de manifiesto esas discrepancias, en dividir a unos y a otros, a los del norte y el sur, los de izquierdas y los de derechas, los pijos de los no pijos,…en fin, la eterna dicotomía que tan a menudo se genera entre lo blanco y lo negro, donde las personas que no se posicionan pasan a ser los “bichos raros” de la película.
Afortunadamente tengo la suerte de trabajar por y para personas auténticas, sin trampa ni cartón que dicen lo que piensan, lo que sienten y lo que les gusta o no y que prácticamente me enseñan toda la gama de colores a diario, sin tanto temor a ser juzgados por los demás.
Para mí, sin lugar a dudas, un verdadero lujo en estos tiempos.
Ángeles Andrés González, directora de la Fundación Fumprodami