Muchas personas con discapacidad y mayores no podrían continuar con sus vidas de forma digna y autónoma sin el apoyo de estos profesionales durante el estado de alarma por el coronavirus.
Las ciudades se paran. Muchos servicios dejan de prestarse. Pero los sanitarios, tiendas de alimentación y otros profesionales se mantienen en primera línea, dando soporte a la ciudadanía en su lucha contra la pandemia. Son los héroes a los que cada día aplaudimos desde nuestros balcones.
Pero hay otros profesionales que pasan desapercibidos, pero que no han cesado de trabajar también con las personas que lo necesitan: son los asistentes personales, que dan apoyo a las personas dependientes que tienen que quedarse en casa sin una red familiar que pueda echarles una mano.
Un asistente personal es una persona que realiza o ayuda a realizar las tareas de la vida diaria a otra persona que por su situación de dependencia no puede realizarlas por sí misma o le resulta muy difícil hacerlas, permitiendo así que pueda llevar una vida independiente.
«Sería inviable continuar estos días de confinamiento sin el apoyo de mi asistente», explica Antonio, usuario de silla de ruedas, y que recibe el servicio a través de PREDIF Castilla y León. «No es un capricho, es una necesidad. Si no dispones de una persona que te ayude a realizar las tareas asistenciales, es imposible».
Para las personas con discapacidad intelectual, como es el caso de Ada, un cambio en las rutinas puede suponer un trastorno importante. «Tiene que mantener la normalidad en esta situación anormal que estamos viviendo», explica Reyes, su hermana. «Además, la tranquiliza mucho continuar con sus costumbres, y sobre todo con su asistente personal habitual, que es una persona de confianza. Además, en este caso para ella supone mucho el ver a una persona externa a la familia, en este estado de confinamiento».
Sofía tiene 47 años, vive sola y tiene discapacidad física. Disfruta desde el pasado enero del servicio de asistencia personal gestionado por CODISA-PREDIF Andalucía. La duración del servicio son tres meses, con lo que está prevista su finalización para mediados del próximo mes, sin saber si habrá finalizado el estado de alarma.
A día de hoy, la situación de esta usuaria ha empeorado. Debido a la pandemia de COVID-19, no puede salir a comprar, ni a recoger la medicación necesaria, ya que se encuentra dentro de la población de riesgo, por lo que actualmente estas tareas las hace su asistente personal, además de prestarle el acompañamiento que ella necesita durante «el encierro». La usuaria ha contactado con la entidad para poner de manifiesto el gran problema que supone para ella el no disponer de su asistente personal una vez que haya finalizado el programa, teniendo en cuanta su necesidad de apoyo.
Falta de equipos de protección
Pero no está siendo fácil. La falta de equipos de protección, de medios de transporte y de métodos de diagnóstico están dificultando el trabajo de estos profesionales, que a pesar de los obstáculos continúan al pie del cañón para continuar apoyando a las personas más vulnerables en tiempos de crisis.
Según PREDIF, en España, aunque esta figura profesional lleva varios años en los principales debates sociales y está reconocida como una prestación económica dentro del Catálogo de Prestaciones de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, todavía tiene un largo camino por recorrer. Esta ley reconoce el derecho de estas personas a poder llevar una vida independiente de forma autónoma y activa, permitiendo que residan y desarrollen su vida cotidiana en su entorno físico y social habitual.