La polución atmosférica derivada del tráfico está asociada a niveles altos de presión arterial, según un estudio liderado por el Consejo Superior de Invetigaciones Científicas (CSIC) que analiza la concentración media diaria de partículas ultrafinas en Barcelona y su impacto en más de 500 pacientes.
Durante el trabajo, publicado en la revista ‘Journal of Hypertension’, los investigadores observaron que un incremento de la concentración diaria de
contaminación atmosférica por material particulado ultrafino (con un diámetro inferior a 100 nanómetros) está asociada a un «aumento significativo» de la presión arterial, medida a través del monitoreo ambulatorio mediante holter (un dispositivo portátil que mide la frecuencia cardiaca) durante 24 horas.
«Las partículas ultrafinas, cuya principal fuente de emisión en áreas urbanas es el tráfico, es un factor de riesgo cardiovascular y, tal y como hemos observado en el estudio, también en el control de la presión arterial. En concreto, un incremento de 10.000 nanómetros de partículas ultrafinas está asociado con aproximadamente un aumento de tres milímetros de mercurio de los niveles de presión arterial diastólica», explica Aurelio Tobías, investigador del CSIC que trabaja en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea).
Tobías resalta que «la presión arterial es uno de los factores de riesgo más importantes de las enfermedades cardiovasculares». «Un incremento significativo de la presión arterial puede conllevar riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, un ataque cardíaco, insuficiencia cardíaca, enfermedad renal o muerte prematura», añade.
En esta investigación se han empleado datos de Cardiorisc, correspondientes a 521 pacientes en la ciudad de Barcelona, entre 2009 y 2014. Este registro nacional recoge pacientes seleccionados por sus médicos en 223 centros de atención primaria pertenecientes al Sistema Nacional de Salud, donde se recogen datos diarios del monitoreo ambulatorio de la presión arterial.
EFECTOS NEGATIVOS
Por otro lado, Tobías subraya que, aparte de incrementar los síntomas cardiovasculares, la contaminación atmosférica también aumenta los respiratorios. «Estudios recientes muestran los efectos negativos en el aparato reproductor y el sistema nervioso. También afecta al desarrollo neuronal e incrementa el riesgo de cáncer, sin olvidar el gasto derivado que conlleva para el sistema sanitario. Es urgente actuar ya», apunta.
Según los científicos, las medidas puestas en marcha para reducir el tráfico en las grandes ciudades no son suficientes. En el proyecto Airuse, investigadores del Idaea dirigidos por Xavier Querol proponen seis medidas para lograr ciudades respirables: ceder las competencias de calidad ambiental a las áreas metropolitanas, mejorar el transporte metropolitano, reducir los coches con un peaje de entrada a la ciudad, fijar zonas de bajas emisiones para que los coches que entren sean limpios, repensar la distribución urbana de mercancías y transformar, rediseñar y pacificar las ciudades y su entorno urbano cuando se haya reducido el volumen del tráfico.
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