El derbi por la cima de la Liga terminó en nada, en un empate sin goles y una noche de frustración ofensiva en el Wanda Metropolitano para el Atlético y el Real Madrid, a la espera de partidos más cercanos al nivel que desprenden sus plantillas, con menos respeto y más voracidad, cuando ya no haya ninguna excusa.
Realmente, sólo una ocasión real pudo cambiar el destino de un partido con pinta de empate casi a lo largo de los 90 minutos; el cabezazo de manual que conectó Karim Benzema al que se estiró Jan Oblak para dejar todo como estaba, dentro de lo previsto en la pizarra. Quien no arriesga, no gana. No lo hizo ninguno de los dos.