El Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid acordó hoy declarar Bien de Interés Cultural (BIC) la pintura ‘Retrato de Francisco de Pisa’, una obra que los especialistas atribuyen a Domenikos Theotokopoulos, El Greco, según informó el presidente regional en funciones, Pedro Rollán.
Agregó que esta pintura reúne valores de interés histórico, iconográfico y artístico suficientes para ser declarada BIC y destaca por su gran calidad artística y técnica.
Los expertos coinciden en subrayar que este cuadro destaca también por su rareza, dado que existen muy pocos retratos en pequeño formato o miniaturas que puedan atribuirse a El Greco.
La obra objeto de la declaración es una miniatura que representa una figura masculina de avanzada edad, de medio cuerpo, situado en posición frontal y ligeramente girado a la derecha. El personaje retratado muestra bigote y barba blanca puntiaguda, pelo canoso y corto, y viste un abrigo en color negro, a la altura del cuello una cenefa blanca.
La pintura de El Greco declarada BIC por la Comunidad de Madrid se encuentra en buen estado de conservación, pertenece a una colección privada y se enmarca en el contexto del género del retrato en miniatura del Siglo de Oro español.
EL RETRATADO, UN ILUSTRE INTELECTUAL DE SU ÉPOCA Y SU AMIGO
El retratado es Francisco de Pisa (1534-1588), uno de los ilustres intelectuales de la época del pintor y gran amigo suyo, capellán mayor de la Capilla Mozárabe de la Catedral de Toledo, doctor en Derecho Canónico y catedrático de Sagrada Escritura en el Colegio de Santa Catalina, dean de las Facultades de Teología y Artes Liberales de la Universidad, historiador y cronista de Toledo.
Domenikos Theotokopoulos, El Greco (1541-1617), es uno de los mayores pintores de la historia del arte. Artista refinado y minoritario, destacó en vida por su singularidad en el panorama europeo de su época, su personalidad difícil y su peculiar manera de entender el arte.
De origen cretense, su vida transcurrió en tres países europeos (Grecia, Italia y España), lo que se tradujo en un estilo polivalente muy personal surgido de contextos culturales muy diferentes.
Formado dentro de los parámetros tradicionales de la pintura postbizantina, en 1567 abandonó su país para conocer en Italia el arte de Tiziano, Tintoretto, Rafael y Miguel Ángel.
Una década después, en 1577, se trasladó a España, animado quizás por el deseo de trabajar para la Corte española en la decoración de El Escorial. Acabó estableciéndose en Toledo, donde viviría hasta su fallecimiento.