Debacle. Bochorno. Decepción. Resignación. Frustración. Impotencia. Ridículo. Fracaso. Son varias de las palabras que se pueden emplear para catalogar la actuación del FC Barcelona en Anfield, donde fue vapuleado por el Liverpool (4-0) merced a los dobletes de Georginio Wijnaldum y Divock Origi. El 3-0 de la ida de las semifinales de la Champions League no fue renta suficiente para los pupilos de Ernesto Valverde, el más señalado tras el fiasco en la ciudad de The Beatles en una noche para olvidar para los nuestros.
Arrancó la contienda con la sensación que lo ocurrido en Roma hace poco más de un año podía volver a repetirse. De hecho, Alisson Becker volvía a ser el cancerbero encargado de frenar las acometidas de los jugadores del cuadro culé. Bueno, acometidas por decir algo, ya que el Barça tampoco inquietó en demasía al arquero brasileño. Siendo justos, hay que reconocer que las tropas del ‘Txingurri’ se aproximaron a los dominios del Liverpool, pero fueron incapaces de conseguir lo único que se les exigía: marcar una triste diana en Anfield para certificar su pase a la final del Wanda Metropolitano.
Origi provocó que los fantasmas de Roma revolotearan nuevamente en la mente de la parroquia azulgrana, ya que perforó el fondo de las mallas de la meta custodiada por Marc-André ter Stegen a los siete minutos de contienda. Parecía que el Barça era capaz de reaccionar por medio de un Leo Messi que no ha podido hacer más para llevar a los suyos en volandas a la final de Madrid, esa «Copa tan linda» que se le ha vuelto a resistir al argentino y a sus compañeros pese a la insistencia del ’10’ por traerla de vuelta a casa.
El nombre propio de la noche, con permiso de Wijnaldum (quien ingresó al terreno de juego después del entreacto) y Origi, es el de Jürgen Klopp. El técnico germano ha sido el claro dominador táctico de la eliminatoria, incluyendo el duelo disputado hace una semana en la Ciudad Condal, pese al 3-0 recibido. Sin Mohamed Salah, Roberto Firmino y Naby Keita, tres de las piezas fundamentales de su engranaje, ha sido capaz de voltear la situación para llevar a los reds a su segunda final consecutiva de la Champions (el año anterior cayó por 3-1 contra el Real Madrid).
La segunda mitad fue un serio correctivo de los pupilos de Klopp al Barça. Los catalanes no sabían cómo frenar el vendaval ofensivo de los locales, quienes demostraron una vez más la mejor manera de hacerle daño a un equipo que, tristemente, carece de capacidad de reacción cuando el viento viene en su contra. Pasó en Roma, y volvió a suceder en Inglaterra.
Y ya viene siendo habitual, una dura costumbre, que los rivales de los de azul y grana pasen por encima del club presidido por Josep Maria Bartomeu en los encuentros que disputa lejos de su fortín del Camp Nou. Pasó en la ida de octavos de final de la Champions 2016-2017 en París con el PSG (4-0). Tras obrar una de las machadas más épicas que se recuerden en la vuelta en casa (6-1), la Juventus de Turín de un Paulo Dybala muy inspirado le devolvió a la lona en el duelo inicial del cruce de cuartos en Italia (3-0).
También se puede recordar la vuelta de los cuartos de final de la Champions 2015-2016, donde el Atlético de Madrid remontó el 2-1 de la ida en Barcelona merced a un doblete de Antoine Griezmann en el ya histórico Vicente Calderón (2-0). Y qué decir de lo ocurrido el curso pasado en Roma. De hecho, previamente, en la ida de octavos el Barça pudo encajar un doloroso marcador en Londres contra el Chelsea, donde los palos impidieron que Willian firmara un hat-trick haciendo gala de su potente y certero disparo desde fuera del área.
Creo que todos recordamos el naufragio culé en Roma en la vuelta de cuartos de final en el viejo continente durante la campaña 2017-2018. Después de obtener un 4-1 inmerecido en la ida en la Ciudad Condal, los italianos pasaron por encima de los blaugrana en la vuelta. Esto se convirtió en una auténtica tragedia para Valverde y los suyos cuando Konstantinos Manolas culminó la remontada (3-0) al ejecutar un certero testarazo para batir a Ter Stegen.
Ahora hay que añadir al listado de fiascos culés en Europa lo acaecido hace apenas unas horas en Anfield, donde el Liverpool ha sido el justo vencedor de la eliminatoria, ya que no tuvo que caer con tanta contundencia en Barcelona. Jornada de reflexión en Can Barça, un ambiente enrarecido en el que sin duda va a haber más de uno que pague los platos rotos. No es conveniente tomar decisiones en caliente, pero es inevitable que haya un cambio de tendencia para erradicar por completo el runrún que revolotea con un claro mensaje: fin de ciclo (algo que se viene vaticinando desde el cruce con el Bayern de Múnich en las semis del año 2013).
You’ll never walk alone, Barça, pero la paciencia tiene un límite. Por no hablar de Leo Messi, el mejor jugador del mundo, uno de los grandes de la historia, a quien el deporte rey no para de asestarle bofetadas desde la final del Mundial de 2014 en Brasil ante Alemania. Tres finales perdidas de forma seguida con el combinado albiceleste, junto con las hecatombes en la Champions con su FC Barcelona, no impiden que el astro rosarino nos deleite semana tras semana con la mejor de sus sonrisas y unas actuaciones para enmarcar. Gracias por tanto, Leo. Y perdónanos por recompensarte con tan escaso premio.