Una especie de ciervo gigante más enano de lo que se creía vivió en el valle del Manzanares (Comunidad de Madrid) hace entre 300.000 y 400.000 años, en el Pleistoceno Medio, según se desprende del análisis de los fósiles recolectados en las terrazas del río.
El paleontólogo Jan van der Made, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), ha concluido que esa especie de ciervo no era ‘Megaloceros savini’, como se creía, sino una nueva especie más enana del grupo de ciervos gigantes: ‘Megaloceros matritentis’.
El material tipo, los fósiles en los que se basa la definición de la especie, está depositado en las colecciones del MNCN, donde a partir de este jueves se podrá visitar una muestra que describe cómo era este ciervo y las características geológicas de las terrazas del río.
La nueva especie está estrechamente relacionada con otras del género de ciervos gigantes ‘Megaloceros’. “Seguramente era un animal bastante común hace unos 350.000 años, momento en el que fue contemporáneo de su pariente más famoso, ‘M. giganteus’”, comenta Van der Made.
La época a la que pertenecen estos fósiles está muy documentada en Europa y es llamativo que no se haya detectado la especie antes. “Hasta ahora se pensaba que los fósiles de las terrazas del Manzanares pertenecían a su antecesor ‘M. savini’, lo que dio lugar a contradicciones en la datación de las terrazas del río. Con este descubrimiento las confusiones sobre la antigüedad de las terrazas han quedado solucionadas: se formaron hace unos 400.000-300.000 años”, aclara el investigador.
DIFERENCIAS
Además de diferencias en la forma de las astas y el tamaño de sus dientes y huesos, la especie tenía adaptaciones masticatorias, como premolares particularmente grandes, dientes con un esmalte especialmente espeso y una posición más baja del cóndilo (la articulación que une la mandíbula con el cráneo).
“Aunque no conocemos la dieta de este cérvido, los datos que nos proporcionan sus fósiles nos permiten inferir que se trataba de un herbívoro ramoneador que seleccionaba mucho los alimentos. El grosor del esmalte de su dentición, nos hace pensar que posiblemente se alimentaba de plantas más duras de las que forman habitualmente la dieta de los ciervos gigantes. Asimismo, las características geológicas de las zonas donde se han encontrado sus fósiles favorece el crecimiento de plantas adaptadas a suelos ricos en yeso que posiblemente formaban parte de su dieta”, explica el paleontólogo.
La especie se ha descrito gracias al material fósil recolectado en las terrazas que durante miles de años fue formando el río Manzanares al sur de Madrid. “Estamos hablando de una etapa geológica que está muy documentada”, explica Van der Made.
Este investigador indica que “mucho material que ahora sabemos que pertenecía a ‘M. matritensis’ ha sido encontrado en yacimientos arqueológicos, junto a industria lítica achelense y musteriense, porque nuestro protagonista formaba parte de la dieta de los pobladores de aquella época de la cuenca del Manzanares”.
“Una de las curiosidades de esta investigación es que contradice la regla de Cope, según la cual las especies tienden a evolucionar aumentando su tamaño, una regla que sí parecían cumplir los cérvidos. Sin embargo ‘M. matritensis’, el último miembro de un linaje de ciervos gigantes fue disminuyendo su tamaño durante el Pleistoceno Medio”, concluye.