España se sitúa en el segundo lugar en el ranking en gasto estimado para esta campaña de Navidad, llegando a los 601€, solo por debajo de Gran Bretaña. Los españoles se gastarán una media de 258€ en regalos, 40€ más desde el año 2014, un aumento de un 19% desde la salida de la crisis. Según el estudio «Tendencias de consumo en Navidad de 2018» de Ebay, los más pequeños de la casa son los líderes del ranking de las personas a quienes se destina un presupuesto más alto, un total de 166 €, con un aumento desde 2016 de más de 15 €. «Se piensa equivocadamente que los niños tienen más necesidad de recibir que de dar y por eso se los llena de objetos», alerta José Ramón Ubieto, profesor de Psicología de la UOC. Según el estudio, los españoles prevén comprar este año una media de nueve regalos para seis personas, pero en el caso de hogares en que hay niños se compran dos regalos más.
«Se regala mucho más de lo necesario y más de lo que la emotividad de un niño puede aceptar», afirma Francesc Núñez, sociólogo de la UOC. «Tenemos interiorizadas unas dinámicas consumistas que tanto los adultos como la sociedad trasladamos a los más pequeños». Algunas fuentes afirman que por Navidad los niños reciben diez veces más regalos de los que necesitan. ¿Qué consecuencias tiene recibir demasiados regalos? Según Núñez, una consecuencia es lo que resume el «síndrome del niño hiperregalado», que provoca entre otras cosas que los niños no aprecien los regalos, que pierdan la ilusión y que se vuelvan caprichosos, egoístas y consumistas. Para el experto, un exceso de juguetes puede provocar:
Niños sobreestimulados
Durante los pocos días de Navidad, los niños reciben tantos regalos que están sobrepasados. «Son incapaces de prestarles la atención y el tiempo necesario, y acaban centrándose en uno solo y olvidando el resto», afirma Núñez. Añade que es normal que los niños deseen cosas, porque es la dinámica de las sociedades consumistas y por lo tanto ellos piden sin medida; pero el problema, en realidad, es de los padres. «Son incapaces de contenerse y de asumir las consecuencias que puede tener negar regalos a los hijos. Prefieren claudicar ante las protestas de los hijos o bien ceder a la satisfacción propia que les da contribuir a los deseos de los hijos».
Pérdida de ilusión
«Acaban tan saturados que hay una pérdida de ilusión; se explica en parte por la ley del rendimiento decreciente, el sexto regalo no les hace la misma ilusión que el primero y así sucesivamente» explica. Un exceso de regalos hace que no valoren lo que reciben y que pidan un juguete por la satisfacción de tenerla. «El mecanismo de las sociedades consumistas es anhelar y generar expectativas y placer hacia los objetos», explica Núñez. Esto hace que muchos de los regalos que los más pequeños piden sean «anhelos momentáneos en vez de necesidades objetivas» y que su satisfacción sea de corta duración y más relacionada con tener aquel objeto que con disfrutarlo.
Bajo nivel de tolerancia a la frustración
«Si un niño es demasiado regalado, el día que no reciba tantos regalos quedará frustrado e insatisfecho«, considera Núñez. Según el experto, los niños no valoran los regalos por su uso o por su valor simbólico, sino por la cantidad recibida. Se pueden convertir en individuos exigentes y egocéntricos: «Adoptan relaciones egoístas con los objetos de consumo, reproducen nuestro sistema consumista», alerta.
Contra el síndrome del niño hiperregalado: la regla de los cuatro regalos
Para intentar minimizar la saturación de los niños se puede llevar a la práctica la regla de los cuatro regalos. La propuesta limita el número de objetos que los pequeños recibirán y se basa en: regalar algo para leer; algo que pueda ponerse: zapatos, ropa, complementos…; algo que realmente necesiten: una mochila nueva para el colegio, por ejemplo, y finalmente algo que deseen, el juguete que han pedido en todas las cartas de los Reyes y de Papá Noel. «Es una manera de poner sensatez y buscar una lógica que sea aceptable para las familias para poner límites a esta situación», afirma Núñez.
«La familia lo vive personalmente pero las causas son del sistema», advierte el sociólogo. La publicidad, la sociedad y la época navideña hacen de los más pequeños un consumidor en el centro de las miradas de las grandes marcas. «El consumidor infantil es muy visible, hay mucha publicidad que se dirige a ellos aunque realmente no serán los que comprarán el producto; pero su capacidad para influir en la decisión de compra es muy alta«, afirma Neus Soler, profesora de Marketing de la UOC. Para la experta, este público objetivo está también en el punto de mira del marketing de género, imponen unos colores a los productos desde muy pequeños para determinar a quién va dirigido y de este modo se marca a los futuros consumidores.