Antonio Chávez, músico, compositor y productor musical, fue diagnosticado con solo tres años de retinosis pigmentaria, por lo que cuenta con una ceguera parcial periférica. Tras una vida dedicada a su pasión, la música, se propuso explicarle al mundo cómo es viajar sin ver. Hoy se lo contamos en Vidas Insuperables.
Vidas Insuperables
Girar una bola del mundo, situar el dedo índice sobre un país, y descubrir a qué suena. Conseguir una experiencia sensorial que permita a cualquier persona viajar adentrándose en los sonidos de los lugares que caracterizan una región. Ese es el objetivo de Antonio Chávez, que viaja grabando sonidos de diferentes países para que otros puedan viajar también y conocer esos lugares a través de sonidos, imágenes y textos.
Con dos años y medio empezó a caminar y sus padres se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Le diagnosticaron retinosis pigmentaria, una ceguera parcial periférica. Tiene visión túnel, es decir, ve en forma de tubo. Cuenta con, aproximadamente, unos seis grados de visión en total. Por la noche su visión disminuye aún más, por lo que utiliza un bastón para moverse.
“La gente dice que se le desarrollan más el resto de sentidos, esto es un tópico. Pero en mi caso por ejemplo, lo que he notado que he desarrollado más es la sensibilidad ante ciertos momentos. Recuerdo que desde bien pequeño tenía sensibilidad para darme cuenta de que a alguna de las personas de mi alrededor, le pasaba algo. Sentía mucho la profundidad de las personas y creo que eso es gracias a la falta de un sentido. Inteligencia emocional, como lo llaman ahora”.
“La falta de visión me permitió desarrollar mi sensibilidad”
Con cuatro años le apuntaron a un preparatorio porque aún era demasiado pequeño para el conservatorio. Se desvinculó del conservatorio cuando terminó el grado medio con 16 años. “Lo dejo porque descubro que no va conmigo. Aparte de que es muy duro, te preparan sobre todo para saber interpretar y yo me aburría tocando canciones de otras personas. No porque no me gustasen, sino porque me despistaba y cuando me quería dar cuenta llevaba cinco minutos dándole la espalda a la partitura e improvisando”.
Con 20 años uno de sus mejores amigos le propuso tocar en un grupo y conforme empezó a tocar otra vez y descubrió que podía disfrutar de la música, decidió continuar con su formación musical. Empezó a estudiar armonía y composición de jazz y estuvo con ello ocho años. En total unos 24 años de formación musical.
“Para mis padres la música era como la única salida, porque les dicen que con 10 años me voy a quedar ciego. Aún con 39 veo un poquito”. Por eso, el momento más especial que recuerda Chávez en referencia a la música es siendo un niño. Aunque en su familia no había tradición musical, sus padres le apuntaron al conservatorio porque creían que siendo ciego podría ganarse la vida como músico.
“Hice primero solfeo, y cuando terminé el curso mis padres no sabían cómo se me iba a dar la música. Recuerdo estar en el comedor de casa y que sonase el teléfono. Era mi profesor del conservatorio. Llamó para decir que había sido el alumno más brillante del año, y que tenía un don especial para la música. Mi madre empezó a llorar porque me habían apuntado por probar y resultó ser mi camino. Fue un momento muy especial”.
“Gracias a mi enfermedad descubrí mi pasión, la música”
Antonio toca el piano y la trompeta y, cuando terminó de estudiar jazz, hizo un curso de producción y mezcla musical. Poco después empezó a conocer instrumentos de nuevas tecnologías como son sintetizadores o secuenciadores analógicos.
Trabajaba como administrativo en un empleo que le gustaba y por las tardes daba clases de música. Por otro lado, trabajaba en sus composiciones musicales y conciertos. Pero le empezó a fallar mucho la vista en los últimos años y su labor profesional se le hacía imposible. Así que le aconsejaron que solicitase una incapacidad para ese tipo de trabajos.
“Yo creía que me la concederían solo para ese tipo de trabajos pero fue absoluta, no me permite trabajar en otras cosas a priori. Puedo componer música. Me dedico a dar las clases, a componer cuando me lo piden o de forma altruista para mi propia música”.
“Desde muy pequeño sentía cosas a través de los sonidos. Cosas funcionales, sin relación emotiva. Sabía quién entraba en casa por cómo sonaba la cerradura o, estaba en mi habitación, escuchaba las pisadas y sabía quién se acercaba. Los sonidos siempre fueron muy significativos para mí, contienen mucha información. A lo largo de mi vida, había escuchado programas de radio que te dejaban fragmentos de sonidos de un lugar en concreto, y a mí me encantaba. Era como si yo estuviese en ese sitio, me gustaba dejarme llevar”.
“Durante un viaje a Turquía me propuse crear un Atlas sonoro”
En 2013 viajó a Turquía con una amiga y pensó en hacer un mapa sonoro de todos los países y ciudades en las que iba a estar. “Es como una especie de álbum de fotos sonoro, sin ninguna pretensión. En el primer viaje a Turquía realice el mapa sonoro de Estambul y me di cuenta de que era un filón artístico y creativo inmenso”. A la vuelta editó todos los sonidos y publicó un pequeño foto libro, con un cd con los sonidos de Estambul y las fotos que había hecho durante el viaje.
En 2015 viajó, esta vez solo, a Armenia y a Georgia, buscando países no turísticos, sin grandes ciudades, con pequeños pueblos donde las tradiciones son las mismas hoy que hace doscientos años como la gastronomía, el folclore o las liturgias religiosas. El viaje significó para el madrileño mucho más de lo que se imaginaba.
“Escribí un diario de viaje, una bitácora de mi día a día. Escribí sobre las personas a las que conocía, lo que me enseñaban, lo que aprendía, y al final una pequeña comparación de lo que había vivido y lo que esperaba vivir”. A su vuelta hizo una presentación en el auditorio de la ONCE sobre los dos discos que había grabado, a la que acudieron los embajadores de ambos países.
Desde entonces ha viajado a La Palma y Lanzarote para hacer los mismos mapas sonoros. “Es algo que se te ocurre, da igual la edad que tengas y lo que te pase. En 2019 quiero ir a Albania para seguir con el proyecto. Pero quiero también hacer un pequeño viaje al País Vasco, grabando los sonidos de esta región”.
Además del proyecto del Atlas Sonoro, Antonio se ha propuesto sonorizar las piezas en miniatura de los grandes monumentos del mundo que se encuentran en el Museo Tiflológico de la ONCE. “La idea es que cuando una persona afiliada vaya a palpar el puente de Londres, se ponga unos auriculares y escuche mis grabaciones desde el puente de Londres”. Hizo la presentación de este proyecto con Santa Sofía, catedral y luego mezquita más importante de Estambul.
“Tener una discapacidad no es lo mismo cuando es de nacimiento, cuando te viene de niño, o cuando te viene de mayor. Cada persona vive una situación distinta. En mi caso, gracias a mi discapacidad, descubrí la música, mi gran pasión. Así que le diría a aquellas personas que sufran una discapacidad, que por muy mal que lo estén pasando, nunca se sabe que es lo que les va a empujar a conseguir ser personas completas en la vida. Nunca van a estar peor de lo que ya están, si no lo intentan van a estar igual, pero nunca peor”.